La agresión a los jugadores de River en la Copa Libertadores atravesó el debate en estos diez días. Coemu Digital fue hasta el barrio de uno de los apuntados por medios de comunicación y la justicia.
Por Mariano Calvi
Adrian
Napolitano, ese joven que heredó una de las panaderías más importantes de
Valentín Alsina, se levanta todos los días a las 4:30 de la mañana para amasar
el pan y hacer el reparto a todas sus sucursales. Hoy es la cara visible del escándalo en el
superclásico hace diez días.
“El
panadero”, como lo llaman en la cancha y el barrio, es fanático de Boca Juniors,
su padre le legó esa pasión, al igual que el comercio que en las últimas horas,
se vio inundado de móviles televisivos, periodistas, fotógrafos y vecinos
curiosos.
Napolitano
no se pierde ningún partido del “Xeneixe”, hasta viajó a Japón cuando salió
campeón de la copa Intercontinental frente al Real Madrid. “Todo con el
sacrificio de un hombre trabador” destaca Beba Castiglione, una de las clientas
que, como tantas otras, compra el pan todos los días en “La Ideal”.
“Lo
conozco del barrio y lo veo todos los fines de semana en la cancha”, comenta
Martín Cosentino, uno de los curiosos que se acercan a observar la situación. El
vecino advierte sobre posibles represalias que deberá afrontar el panadero por
haber causado la suspensión del partido. “Se va a tener que mudar, arruinó el
negocio de la verdadera barra brava”, expresa.
El
escándalo que derivó la suspensión del último Boca – River, volvió a traer en
escena el problema que afronta nuestro país con respecto a los violentos del
fútbol. Aunque el panadero quiera mostrar su “arrepentimiento”, como lo hizo en
una entrevista radial en Del Plata, argumentando que “no sabía que lo estaban
filmando”, su acción se le fue de las manos y ahora, lo señala como el blanco
fijo de aquellos que viven de la pasión del fútbol.
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