En el marco de los
conciertos de Paul McCartney en Argentina, el destacado docente, ensayista y
periodista Sergio Pujol, redactó el siguiente texto para COEMU Digital.
En el recital del Beatle, sacrificamos sorpresa por emoción
* Por Sergio Pujol
Ahí estabas. Encantado y desarmado, en el
campo del Estadio Único. Con tu pequeña libreta de apuntes, esa en la que, en
otras ocasiones, solés anotar los títulos de las canciones, para luego
agregarles una, dos o ninguna estrella, según tu parecer, mientras los que te
rodean disfrutan o se disgustan con la música que los llama desde el escenario.
Te pasás la vida analizando canciones, textos y contextos. Levantando y bajando
el pulgar. Hablando de tradición y ruptura. De "alta" y
"baja" cultura. De identidad y globalización. Trazando genealogías un
tanto inciertas, acaso en busca de relaciones que te ayuden a entender lo que
sucede. Te gusta hacer historia de cada cosa que pasa frente a tus narices o
entra en tus oídos. En tu casa, en la previa a los recitales, apilás libros y
discos para una colección fatalmente incompleta. Que los sesenta, que los
setenta, que esto y aquello.
Y de pronto vuelve Paul, te canta 39 canciones
que conocés compás por compás, y todo el resto te parece inservible. En un
instante, sacrificás sorpresa por emoción. Se te abre un paréntesis dorado en
medio del tiempo de todos los días. Gris la teoría, verde la vida: siempre
desconfiaste de los axiomas románticos. Y seguirás desconfiando, porque aún
crees que la crítica es un noble oficio. Pero esa noche caes rendido,
completamente entregado. Paul empieza con “A hard´s day night” y termina con
“The end”, el final del final de Los Beatles. En el medio están los Wings – los
despreciaste en su momento, ahora te parecen buenísimos -, el inventario
selectivo de los Fab Four (la senda Paul de la enorme autopista
Lennon-McCartney, de “Hey Jude” y “Yesterday” a “Lady Madonna y “Here, there
and everywhere”), y lo mejor del último Paul solista, que quizá no sea tan
bueno como el primero (“Maybe I´m amazed” y “Live and let die” podrían haber
estado en Abbey Road) pero sigue
siendo superior a su inconmensurable prole artística.
Un recital sin relleno, sin ripios, sin esas
transiciones de rutina que sirven para distender un poco la cosa (Vamos por la
hamburguesa que esta canción no me gusta). Sabés perfectamente que Paul es
impiadoso cuando ataca con los recuerdos: tremenda versión de “Something”, del
ukelele a la suntuosidad de una gran melodía, y extraordinaria la
interpretación de “Back in the URSS”, con las guitarras de Rusty Anderson y
Brian Ray sacándose chispas. Pero lo único que atinás a pensar, mientras saltás
como un imberbe en "Birthday" y recordás a tu papá cuando una tarde
matizó tu precoz discoteca de María Elena Walsh con "The fool on the
hill", es una perogrullada, algo que millones de personas pensaron en el
momento adecuado, cuando todo era nuevo: "¡Qué fondo editorial de
canciones, por Dios!" Y te vas al insomnio de lo que falta de la noche,
feliz como un niño que se reencuentra con sus juguetes más preciados. Los
juguetes están increíblemente intactos, ni un rayón. ¡"Save us",
Paul!
* Sergio Pujol es
historiador, docente y ensayista especializado en música popular. Enseña
Historia del Siglo XX en la facultad de Periodismo de la UNLP. Entre sus principales
libros figuran Jazz al Sur. La música negra en la Argentina (Emecé, 2004),
Discépolo, una biografía argentina (Emecé, 1997), Rock y dictadura. Crónica de
una generación 1976-1983 (Emecé, 2005). Publicó artículos en medios gráficos
del país. En 2001, recibió el título de “Fellow in Creative Writing” de la Universidad de Iowa,
Estados Unidos, en reconocimiento a su producción bibliográfica.
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