Julieta
Gugliottella vuelve a escribir en Coemu con rabia necesaria. Dice que hay
momentos en los cuales se debe resignar para avanzar, que el tetazo no se debe
simplificar. Advierte sobre el peligro
de hacerle el juego a la agenda de los multimedios y su construcción de dos demonios. Y le dice a los varones feministas: ¿Es necesario que sean protagonistas en estos casos? No, y argumenta. Crónica de la marcha y el
avance de derechos.
Fotos: Josefina González
Cómo cuesta
sentarse a escribir después de haber visto tanta ignorancia, tanta violencia,
tanta idiotez hacia la causa que una defiende a capa y espada. Cómo cuesta
reflexionar de una forma coherente ante tanto comentario misógino,
desacreditador, humillante sobre la lucha que una elige como modo de vida, como
bandera, como forma de cambiar realmente la realidad. Ni hablar de lo mucho que
cuesta ser víctima de un sistema que nos oprime todos los días por el sólo
hecho de ser mujeres, y encima tener que vivir dando explicaciones de por qué
hacemos lo que hacemos, de por qué a veces reaccionamos así o asá.
Es desesperante
cuando el nivel de difusión de un hecho nos obliga a salirnos de la burbuja feminista
cotidiana para enfrentarnos con la más cruda realidad del mundo en el que
vivimos. Pero a la vez es necesario: tenemos la obligación de enfrentarnos a
esto, de pinchar el mundo de fantasías que nos creamos al encontrarnos rodeadas
de prácticas y discursos más o menos acordes a los nuestros y darnos cuenta que
falta. Falta un montón, más de lo que creíamos.
Las formas versus el contenido
Una vez más,
tenemos que discutir sobre “las formas sí, las formas no”. Da impotencia y
angustia tener que desviar tanto el eje, corrernos de lo verdaderamente
importante, priorizar este debate ante tantos otros que son las verdaderas
discusiones que debemos dar. Pero a veces no nos queda alternativa, a veces
tenemos que resignar (seguir resignando) para que algo de todo esto tenga un
sentido político, colectivo y social.
Sí, no es lo que
tenemos ganas de hacer y no, no es nuestra obligación hacerlo, compañeras
feministas. Es cierto, no deberían marcarnos la agenda de este modo y no
deberíamos ser “cómplices” de cómo las grandes empresas de multimedios,
asociadas con la opinión pública machista, nos marcan la cancha. Deberíamos ir
“más allá”, deberíamos no darle cabida porque sabemos que por acá no es. Pero
la única verdad es la realidad y ésta nos marca que si no rebatimos ciertos
discursos, unos predominan sobre otros. Y hoy, lamentablemente para
nosotras, el tema en agenda son “las formas”. Bueno, ganemos esta discusión
entonces.
En primer lugar,
nuestras formas no fueron, no son, ni serán la violencia. Jamás lo fueron. Te
estarás preguntando entonces qué fue eso de escrachar un patrullero, de sacar
varones a empujones o distintas expresiones que surgieron tanto en el tetazo como en muchas de las iniciativas
feministas. O cómo se explican, por lo tanto, las paredes pintadas durante los
encuentros de mujeres, los cascotazos de las compañeras hacia las fuerzas
policiales, etcétera.
Te lo respondo: son
consecuencias, no formas.
¿Consecuencias
de qué? De lo que vivimos desde que nacemos hasta que nos morimos por el simple
hecho de ser mujeres. ¿Quién, en su sano juicio, puede exigirnos que seamos
siempre tolerantes y pacientes, mujeres que piden “por favor”, “permiso” y
“gracias”, cuando estamos pidiendo que dejen de matarnos y violarnos? ¿Quién,
en su sano juicio, puede juzgarnos por no querer tener al lado, durante un
reclamo particularmente nuestro, a quien representa al género que nos oprime
todos los días? ¿Quién, en su sano juicio, prioriza horrorizarse ante un
patrullero pintado pero no prioriza que ese patrullero nunca aparece cuando denunciamos,
cuando llamamos pidiendo ayuda después de tanto golpe? ¿O acaso no es ese mismo
patrullero el que, además de no cuidarnos, nos bocinea o incluso demora por
trabajadoras sexuales, por trans, por vestimentas?
Nuestras formas,
en todo caso, son las formas en las que aplicamos el feminismo cotidianamente,
desde el lugar que a cada una le toca, de la mejor forma que puede y con el
único rédito de tener una sociedad más justa, más libre, más igualitaria.
Y estas
formas son varias:
- La militancia
en los barrios, donde hacemos malabares con mujeres golpeadas que no tienen
dónde denunciar ni vivir, no tienen cómo comer después de la separación, ni
cómo vestir a lxs chicxs cuando la violencia también es económica. Pero las
acompañamos, ponemos hombros para llorar, brazos para sostener, oídos para
escuchar historias tan dolorosas como cotidianas.
- Los espacios
colectivos, donde nos encontramos con otras compañeras, con otras mujeres y
empezamos a desarmar una vida entera sacando a la luz todas las situaciones,
dichos, hechos, vivencias y personas que cotidianamente nos violentan. Espacios
donde empezamos a darnos cuenta de lo injusto que es todo, donde se le pone
nombre y apellido al patriarcado, a lo que vivimos siempre, todo el tiempo, con
todo el mundo. Pero sabiéndonos acompañadas y sobre todo fortaleciéndonos para
revertirlo.
- Las redes y
recursos generados a partir de la lucha cotidiana, que nos permiten mejorar
nuestra calidad de vida ante tanta marginación. Lazos con espacios de salud,
donde las mujeres puedan acceder a un aborto y no morir desangradas; con
espacios judiciales y legales, para poder realizar una denuncia y con
diferentes organismos para poder protegernos luego de hacerla; con jardines
maternales, colonias de vacaciones o deportes para que lxs niñxs habiten lo
sano y las madres puedan tener su espacio; con salud mental u hospitales, para
tener lugares de contención o para que la violencia obstétrica deje de operar
contra las más pobres; con organizaciones e instituciones que nos den una mano
para tener respuestas a las infinitas resacas del machismo.
- Los talleres,
donde nos formamos cotidianamente para empoderarnos, para dejar de ser
víctimas. Espacios donde también nos encontramos con situaciones que en otros
lados no aparecen, porque es ahí donde nos sentimos pares, contenidas, libres.
Y entonces es posible abordarlas, porque ya no las callamos.
-En la calle,
donde le reclamamos al Estado que garantice nuestros derechos, donde le
recordamos al patriarcado que acá estamos: más fuertes que nunca, donde adquirimos
derechos que nos corresponden, donde dejamos de renunciar a lo que nos
pertenece pero nos lo niegan, donde exigimos igualdad.
Y podemos
enumerar millones más. Millones de formas con las cuales aplicamos el feminismo todos los días de nuestras vidas
en todos nuestros ámbitos. Todo lo demás, lo que sólo hacen visible y lo único
que les molesta, son consecuencias.
Consecuencias
del habernos cansado. ¿De qué? De que nos maten, violen, empalen, persigan,
manoseen, griten, silben, apoyen, miren, toquen o muestren su pija. Cansado de
que nos paguen menos, nos despidan más, nos empobrezcan el doble, nos excluyan.
Cansado de que nos impongan roles de madres, amas de casa, maestranzas,
secretarias, esposas. Cansado de que nos corran de los lugares de poder, de que
nos cueste el doble acceder a vivienda, trabajo y salud, de que nuestras
opiniones no sean tenidas en cuenta, de que nos hagan invisibles. Cansado de la
ridiculización en público, de la subestimación, del lugar de objeto. Cansado de
que nos culpen por cómo nos vestimos, hablamos o hacemos. Cansado de que todos
los privilegios sean para varones y estén tan cómodos con ellos que no se los
replanteen nunca. Cansado de que nos eduquen diferente: a algunas para ser
sombra y a otros para ser ingenieros nucleares. Nos cansamos de que tu
prioridad siempre sea hablar de las formas y nunca de todo esto.
Además, les
cuento un secreto: nunca los derechos se conquistaron priorizando las buenas
formas.
Teoría de
los dos demonios
Nos suena ¿no?
Esta es la teoría que ciertos sectores utilizaron (incluso algunos hasta el día
de hoy) para nombrar al Terrorismo de Estado en Argentina. Bueno, algo parecido
sucede con la nueva forma de titular nuestros espacios.
“Tensión y
empujones por la presencia de hombres”; “Mujeres Vs. Hombres”; “Guerra entre
géneros”; “Tensión en la marcha del tetazo”. Vamos, muchachos, que sucedieron
muchas cosas además de un par de empujones o un patrullero pintado.
Pero nos tienen
acostumbradas. El Encuentro Nacional de Mujeres (ENM), por ejemplo, donde
existieron cientos de talleres, decenas de plazas, interminables plenarios y
más de cien mil mujeres participando, no apareció en ningún lado hasta que la
represión se hizo presente. Y otra vez las formas, las violentas, los aerosoles,
las paredes. Pero de todo lo anterior, nada. De la policía tirando, nada. De
las temáticas de los talleres y las miles y miles de mujeres, nada. ¿Jamás se
preguntaron qué hacemos ahí? ¿Por qué cada año se incrementa significativamente
el número de participantes? ¿Qué hay detrás de todo ese temor hacia mujeres
organizadas discutiendo sus derechos?.
Es interesante
como tanto en la dictadura como en este caso, se habla de guerras cuando
claramente hay sólo un sector que oprime y sólo un sector oprimido ¿Qué tipo de
guerra sería esa? Una muy rara, donde sólo hay muertes de mujeres en manos de
varones ¿Una guerra no debería ser en condiciones más equitativas y con muertes
de ambas partes? Sí, claro, porque esto de guerra no tiene nada, señores. Somos
mujeres feministas luchando por sus derechos, esos que fueron desaparecidos por
ustedes y repartidos entre varones blancos y heterosexuales. Esos que tienen
miedo de perder quienes juzgan sin saber, quienes nos señalan horrorizados sin
sentir ni una mínima parte de lo que nos toca.
Varones sí /
Varones no
Otra
valorización errónea de nuestro movimiento. ¿Quién dijo que los varones no son
parte de la lucha feminista? Lo que sí estamos discutiendo es dónde, cómo y
para qué. Pero todo esto se simplifica en un “no nos dejan participar”, de
un tono caprichesco y llorón. ¿En serio vamos a reducir a ese nivel la
discusión sobre la participación de varones en el feminismo? ¿En serio esas son
todas las ganas de discutir sus roles y espacios en este movimiento?.
Hablemos del
tetazo. Al llegar, nos sorprendió y violentó la cantidad de varones que había
alrededor haciéndose una paja mental con nuestras tetas. Era un espectáculo
donde los machos rodeaban un círculo con cámaras, celulares, micrófonos, babas
y miradas de esas que vemos siempre en el subte, bondi y tren. Muchos no pudiendo
disimular su pajerismo. Otros, se hacían parte de la consigna con carteles,
corpiño o algo que lo identifique como el varón feminista más genial del
universo que nos acompaña y protagoniza cada uno de nuestros espacios porque
él, él y él es el compañero más comprometido del mundo.
Hablemos de
estos últimos. Compañero varón cis, heterosexual, blanco, privilegiado como
nadie. Usted dice ser feminista y acompañar esta lucha. Pues bien, como “pares”
feministas, coincidimos en que las protagonistas de este movimiento, son las
mujeres. Así como los negros lo son de la lucha contra el Apartheid; las
lesbianas, bisexuales, gays, trans lo son en la lucha por la diversidad; lxs
trabajadorxs y sindicatos lo son en la lucha por paritarias, salarios dignos y
contra los despidos; o lxs vecinxs de la Villa 31 en el reclamo por la
urbanización y el freno a desalojo de familias.
Ahora bien, esos
reclamos y luchas pueden ir acompañadas de diversos sectores, personas y
organizaciones, pero nos parece obvio que quienes delinearán las consignas,
espacios, formas y etcéteras son esos protagonistas. En el tetazo, en sus
repercusiones y todos los días en todos nuestros espacios, existe una
indignación masiva por correr a varios varones del centro de la escena.
Primero, existió
un cordón para que se posicionen por fuera y varios se enojaron por tener que
salir del círculo. Adivinemos cómo se llama esto: necesidad de protagonismo y
utilización de privilegios. ¿No será un poco contradictorio que aquellos que
dicen acompañar y compartir el feminismo, no puedan siquiera resignar un poco
su presencia en busca de aceptación, cámaras y muchos likes un día como este?
¿Realmente un compañero que dice ser feminista puede ofenderse porque las protagonistas
de la causa le piden que se corra “un poco más allá”?
Segundo, si bien había posiciones encontradas,
existían compañeras que se sentían incómodas con la presencia de esos varones a
su lado. Suficiente. Sólo hace falta una sola compañera que no quiera que estés
ahí para que te vayas. ¿Cómo puede ser que varones que se solidarizan con el
reclamo no puedan siquiera escuchar a la compañera a la que dice defender? Algo
tan elemental y básico para realmente acompañarnos: escucharnos. ¿Tienen idea
lo que representan como varones para alguien que sufre la violencia todos los
días? ¿Sigue siendo más importante el protagonismo? ¿Así nos solidarizamos con
la causa?.
Tercero, si
realmente sos un varón feminista preocupado por la violencia y opresión hacia
las mujeres y en cómo el patriarcado opera sobre nosotras, pues bien, ¡a
ponerlo en práctica! ¿O acaso el tetazo es el único lugar que encontraste en
este mundo plagado de machos para dar cuenta de tu compromiso tan genuino y
verdadero?.
Entonces,
establezcamos una cuestión evidente: existen los varones feministas, a
quienes les damos la bienvenida a nuestro movimiento y con quienes delinearemos
una lucha en común (aunque conservando siempre nuestros espacios de mujeres); y
existen los varones diciendo ser feministas, a quienes les vamos a sacar
las caretas porque acá no hay lugar para mentirosos. Los primeros, no
estuvieron en el tetazo porque entendieron que su lugar no era ese o, si es que
fueron, se dieron media vuelta cuando escucharon a una compañera diciendo “no
los quiero acá”. Los segundos, estuvieron dando notas en el centro de la escena
y si lo hacían con corpiño-cartel-pintura en el pecho mejor, eso atraía más la
atención y generaría una mayor reprecusión en twitter luego. ¡Tal vez hasta sea
Trending Topic y se convierta en el
feminista más codiciado!.
Hablemos
entonces del rol de los varones, porque es fácil ser feminista en espacios de
mujeres. Lo difícil, amigos míos, es serlo en sus espacios. ¿No sumaría
mucho más que invadan de feminismo a esos lugares y varones? Digo, como son los
encargados de que el patriarcado siga su rumbo, tal vez sería más eficaz que
pegarse a nuestro lado para la foto. Citemos a Georgina Orellano, secretaria
general de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR):
“[…] ¿Qué
tal si mientras las mujeres marchamos ellos en las unidades básicas, en las
sedes del partido, en el sindicato, en las casas o plazas quedan al cuidado de
nuestrxs hijxs? ¿Qué tal si cubren el puesto laboral de su compañera para que
ésta pueda liberarse e ir a marchar? ¿Qué tal si lejos de querer explicar su
presencia con argumentos tales como: "tengo hijas, hermanas" no
incentivan para que sus hijas y hermanas asistan a la marcha y ese día ellos se
hacen responsable de la limpieza del hogar? Tienen miles de formas en las que
pueden apoyar a las mujeres en vez de venir para no perder el protagonismo,
parece que el ego de macho no los deja pensar. Pueden ser solidarios los 365
días del año, recolectar fondos para darle a sus compañeras que ganan menos que
ellos, hacerse cargo del cuidado de lxs niñxs, poner guarderías en los espacios
de militancia, poner en las listas en épocas de elecciones a las mujeres y no
solo darles secretarias femeninas como la de género, discapacidad y acción
social. Hay miles de formas en las que pueden aportar, ayudar y demostrar su
solidaridad. Invadir nuestros espacios y verlos buscando cámara, llamando la
atención no es justamente la manera en la que queremos algunas que nos ayuden,
tanto espacio en la sociedad tienen ya ganado que no les alcanza y quieren
venir a copar los nuestros.”
Incluso, se me
ocurre y se lo escuché decir a un compañero, pueden comenzar por generar otros
espacios complementarios a los nuestros pero que discutan, como representantes
del machismo y la opresión, cómo revertir(se), modificar(se) y cuestionar(se).
Seamos sinceros,
es mucho trabajo convertirse en nuevas masculinidades, romper una cena familiar
cuestionando el chiste del tío, exponerse con los compañeros de fútbol cuando
hablan de la minita que se cogieron, realizar encuentros entre pares para
cuestionarse, resignar los privilegios otorgados al nacer, decirle al amigo que
no es forma de tratarla, explicarle a tu viejo que además de hacer el asado pude
barrer, no reírse del chiste misógino en la oficina o militar en el barrio para
que el compañero deje de decidir sobre nuestras vidas.
Por eso,
compañeros, deciden enojarse de modo caprichesco y llorón. Porque es más fácil
ir al Ni Una Menos en vez de hacer que no nos maten; porque es más fácil
ofenderse por no participar del ENM que generar uno de varones
antipatriarcales; porque es más fácil adherir al paro de mujeres que discutir
en los puestos de trabajo las causas de ese paro; porque es más fácil reclamar igualdad
que resignar privilegios; porque es más fácil ser políticamente correcto con
discursos y pancartas, que ponerlo en práctica. Porque es más fácil decirse
feminista que serlo realmente.
---
“Admitir
privilegios, renunciar a ellos y convencer a otros hombres de que hagan lo
mismo tienen que ser los pilares del feminismo de los hombres. Si no hacemos
eso, no estamos ayudando al movimiento, lo estamos revirtiendo. Y al final, si
no quieres ser feminista porque te obliga a sentarte y callar la boca, está bien.
El feminismo no te necesita a ti.” Alexander Ceciliasson. Antropólogo,
activista feminista y miembro del partido Feministiskt Initiativ.
---
Feminismo
“No me representan”;
“soy feminista pero esto con el feminismo no tiene nada que ver”; “algunas nos dejaban
entrar y otras nos echaban”; “pero si las banco, por qué no me dejan”; “soy
mujer y no necesito mostrar las tetas para hacerme respetar”; “el feminismo es
otra cosa”.
Esto es algo que no podemos permitir. Sí, es cierto que el feminismo
tiene interminables teorías, posicionamientos, prácticas y formas. Hay millones
de representantes feministas contradiciéndose permanentemente. De eso se trata
cualquier movimiento. ¿O acaso el peronismo es uno solo, cuadrado, universal,
unificado y sin particularidades o diferencias? (Aplíquese a cualquier
movimiento del mundo entero). Ahora bien, que el árbol (o lxs ignorantes) no
nos tapen el bosque. Feminismo hay uno solo y es tan grande como diverso. Eso
no lo divide en dos ni en cien, lo hace uno solo con matices. ¿En qué nos
basamos para afirmar que es uno solo? En que la causa de su existencia es una
sola: el patriarcado; en que los objetivos son compartidos por todas: la
igualdad entre géneros, la liberación de la mujer, la adquisición de derechos
por parte de las mismas y en que el enemigo es uno solo: el macho opresor. Así
que bienvenidas sean las diferencias, pero bajo ningún punto les permitiremos
que nos dividan, mucho menos que den por sentada esta división.
En nuestro movimiento hay hippies, troskas, peronistas, trabajadoras,
amas de casa, madres, abortistas, católicas, ateas, anarquistas, peludas,
depiladas, tortas, heterosexuales, trabajadoras sexuales, abolicionistas,
hijas, tías, estudiantes, pobres, adineradas, bisexuales, trans, tatuadas,
gordas, flacas, tetonas, universitarias, militantes, analfabetas, intelectuales.
Sin embargo, porque tenemos claras las contradicciones es que tenemos claro el
horizonte. Querer resaltar a éstas como una debilidad no es más que el machismo
operando para deslegitimar nuestro movimiento e invisibilizar nuestros
objetivos.
Claro que esto no es cosa de varones y existen las mujeres que dicen no
ser representadas por estar en desacuerdo con algunas formas. En primer lugar,
y esto es personal, cada vez que me encuentro en algún espacio ya sea militando
el feminismo, discutiendo sobre género, reclamando por nuestros derechos o lo
que sea, siento que las estamos representando de todas maneras. Los derechos
que las feministas conquistaron a lo largo de la historia no fueron repartidos
entre quienes dieron la vida por ellos, sino que fuimos depositarias de los
mismos por pertenecer (activas o no) al movimiento, por ser mujeres oprimidas
en una sociedad patriarcal, nos gusten las formas o no, simple. Es cierto
también que duele. El macho opresor nos llena de bronca, como buen hijo sano
del patriarcado, pero escuchar o leer a una compañera deslegitimando a quienes
salen a luchar, por más formas no compartidas que existan, es deprimente.
Podemos ser comprensivas porque entendemos las causas, entendemos que así como
existen varones educados en un sistema capitalista y misógino, este sistema lo
hace también con nosotras, pero a la inversa: enseñándonos a “no ser”. Ahora
bien, o rompemos esto o señalamos a quienes salen a la calle por nosotras. De
qué lado de la mecha te encontrás a veces es crucial.
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“Las
minorías que lucharon por libertad jamás representaron a las masas cuando éstas
se encontraban conformes con su opresión. Cuando querés desautorizar la lucha
de alguien por libertad diciéndole ´no me representás´, estás hablando de tu
falta de capacidad para vivir y pensar por fuera de la lógica representativa” Diego Castelli.
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El odio
El odio es
compartido aunque distinto. En el feminismo existe el odio, claro que sí. Cómo
no vamos a tenerlo cuando vivimos una vida entera siendo las últimas de la
fila, las marginadas y despreciadas, las violentadas y desposeídas. Ahora bien,
ese odio tiene esas causas, pero también nos fortalece para salir a decir
basta. Somos capaces, por lo tanto, de transformar el odio en lucha.
Pero existe otro tipo de odio, que es el que tiene el patriarcado cuando ese
“basta” pisa fuerte. ¿Por qué? Porque empezamos a pisarles los talones, porque
nos acercamos cada vez más a ser iguales, a que dejen de ser los únicos
privilegiados. Eso da miedo, furia, horroriza. ¿Quién está dispuesto, en un
capitalismo cruel, a darse por vencido en cuanto a sus privilegios otorgados
injustamente? Pocos. En cambio son muchos los que reaccionan con un odio
desmedido cuando la mujer avanza.
Particularmente me
tocó salir en un medio masivo durante el tetazo, en un informe mal intencionado
que, como ya mencionamos anteriormente, priorizan mostrar “incidentes” y nunca
porfundizar. Ese informe se viralizó en todas las redes que existen, fue
compartido y comentado por miles, se vio en infinitos programas faranduleros,
de opinión y noticieros. Fue tal la difusión que la exposición no se hizo
esperar. La escena muestra cómo, con una compañera, sacamos a un varón de la
escena para que se vaya atrás del cordón y, cuando el notero pregunta por qué
lo hacemos respondo “porque está insultando y porque es varón”. Ese varón dijo
estar “cuidando a su hermana” y nos preguntó “¿quién va a cuidar a mi hermana?
¿Ustedes?” A lo que todas respondimos en conjunto “si”. Ese varón, al que
primero le pedí que se fuera por verlo sonreír ante cada teta que se le
presentaba y me recordara a tanto acosador de la calle, se negaba rotundamente
a irse y también le pareció bien insultarme por pedírselo. En fin, la cantidad
de mensajes, chats, insultos, respuestas, agresiones y acusaciones que
recibimos mi compañera y yo por aparecer en ese informe, como así también todas
las compañeras que participaron del teteazo, fue desmedida.
“Feminazis de
mierda”; “imbéciles ignorantes”; “gorda rancia”; “son incogibles”; “resentida
de mierda”; “cómo te falta una pija”; “ojalá te recaguen bien a trompadas”;
“antigarchable, menos mal que te hiciste tortillera”; “lo único que necesitan
es una buena poronga para calmarse un poco”; “luchen por algo más importante,
manga de frígidas”; etc.
Ese, señores, es el
odio del macho, ese odio que no aparece en ningún medio, en ninguna publicación
de indignados y que no es problematizado por nadie. Porque claro, el odio que
vende es el de la mujer empoderada, ese que no tiene derecho a existir.
Estuvieron y están visibles, en cada red social, en cada mensaje que nos llega,
en entrevistas que realizaron, en los comentarios de esos informes, en los
panelistas de la tv. Pero los invisibilizamos, no cuentan. Mostremos mejor a
las feminazis rompiendo algo así desacreditamos, así no nos ponemos a hablar de
lo verdaderamente importante: la igualdad, los derechos, la violencia machista.
El tetazo
No, no nos juntamos para poder andar en tetas por la vida.
Simplificar el tetazo a eso es, por lo menos, ignorante, si es que no es
violento. El tetazo fue un reclamo por la autonomía de nuestros cuerpos, esos
que se utilizan permanentemente para el goce y el negocio pero que cuando
deciden ser lo que nosotras querramos que sean, ofenden. Estuvimos gritando que
nuestras tetas no ofenden, no son obscenas, no son genitales. Y si lo son, lo
son exclusivamente porque ustedes se encargaron de sexualizarlas cuando no se
les dio permiso para hacerlo.
Si nuestro cuerpo es utilizado para venderte una Coca-Cola o una
cerveza, si está en un caño bailando para tu goce o en el póster de una revista
para tu masturbación, está bien. Si nuestro cuerpo es lo que decidamos que sea:
sexualizado o no, conservado o compartido, tapado o mostrado, es ahí donde está
mal, es ahí donde es obsceno y siniestro. No jode nuestro cuerpo, jode nuestra
decisión de hacer con él lo que nos plazca.
Lo que molesta, amigos, es la igualdad. Es el poder que tenemos
de mostrar lo mismo que ustedes, el poder de terminar con la sumisión, es el
poder de salir de la casa a la calle. Eso, por consecuencia, hará que tengan
que retroceder para que vayamos a la par, e ir a la par significa menos
privilegios y eso, atemoriza.
Eso fue, es y será el tetazo y cada reclamo que se le parezca: una
lucha sobre autonomía, decisiones y derechos. Una lucha que les dice que no son
nuestros dueños y nos hace fuertes. Una lucha que grita que no vamos a pedir
más permiso, que acá estamos y éstas somos: libres y soberanas, feministas y
luchadoras, mujeres e independientes, somos lo que decidimos ser. Si eso te
molesta correte, porque no vamos a retroceder.
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(*) Mientras esta nota era escrita:
la policía obligó a una mujer a desnudarse en una plaza de Claypole; una madre
está pidiendo justicia por su hija: drogada, violada y a quien no le quisieron
recibir la denuncia y luego se suicidó en Catamarca; cuatro adolescentes fueron
baleadas en Florencio Varela; un hombre desnudo molió a golpes a una mujer en
plena vía pública de Mar del Plata; le pidieron la renuncia a las directoras de
la Maternidad Estela de Carlotto, quienes pusieron en práctica el Parto
Respetado. Entre otras.
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