Así lo expresó en la UNDAV la Psicóloga Fabiana Rosseaux,
quien atiende a víctimas de violaciones a los derechos humanos y junto a otros
cientistas debatieron en la UNDAV sobre el pasado reciente en nuestro país
Por Federico Lorenzo
En Argentina existieron
siete dictaduras militares, sin embargo, sólo una de ellas ha calado
profundamente en la memoria del pueblo, no por ser la última sino, aún peor,
por ser la más sangrienta y cruenta de todas las que existieron en la historia
argentina, comandada por las fuerzas militares en complicidad con sectores
civiles desde 1976 a 1983.
Se tuvo que adicionar una nueva
palabra al vocabulario común de la sociedad, que pudiera definir, o al menos
intentara hacerlo, dado que la realidad desborda al término empleado. Fue
así que el término desaparecido fue
ganando terreno, quedando impreso a costa de sangre y dolor. Ya se había llevado a cabo a finales del siglo XIX la denominada "Campaña del Desierto", donde se provocó un genocidio a comunidades originarias.
En los últimos años se han
consolidado los debates en las universidades nacionales para que los
estudiantes y la comunidad en su conjunto tomen conciencia de la importancia de
las políticas de Derechos Humanos.
En la Universidad de Avellaneda se
pueden asistir a charlas abiertas sobre la temática, como ha sucedido con una
actividad organizada por la cátedra de "Elementos de Psicología Social,
Antropología Social y Cultural" del Ciclo de Complementación Curricular
para la Licenciatura en Periodismo, en la cual participaron como invitadas la
Licenciada en Psicología (UBA) y periodista, Lic. Ana María Careaga; y la
psicóloga y coordinadora del Centro de asistencia a las víctimas de las
violaciones de los derechos humanos, Lic. Fabiana Rosseaux.
El encuentro tuvo como objetivo
transmitir las experiencias actuales en la política de derechos humanos y
generar un intercambio con los estudiantes universitarios.
“La táctica de la
dictadura militar fue sembrar el terror para lograr el control social, como así
también reducir la resistencia para implantar modelos económicos de exclusión
con alta concentración en desmedro de las mayorías”, destacó la Lic.
Ana María Careaga.
En relación a las audiencias públicas
de casos de Derechos Humanos, la Lic. Fabiana Rosseaux, afirmó: “Hay
cada vez menos cobertura de los medios de comunicación, salvo algunos casos más
resonantes, ya que hasta el momento hubo solo 115 juicios”.
Y agregó refiriéndose a los
estudiantes: “Es importante que puedan presenciar la resolución de una
instancia judicial, ya que se produce una movilización alrededor de los
juicios, especialmente en el interior del país. Porque aún todavía hay 400
personas que viven con su identidad falseada. Son desaparecidos vivos, lo que
demuestra la falta de investigación del Estado durante décadas”.
Estudiantes y docentes en la UNDAV
En la sociedad fue tanto el impacto
de lo acontecido en los años antidemocráticos, que hasta la Real Academia
Española, incorporó al Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), una
definición a la palabra desaparecido,
que expresa ”Dicho de una persona: Que se halla en paradero desconocido, sin
que se sepa si vive”.
En ese sentido, el psicólogo y
filosofo francés, Michel Foucault, en su libro “Vigilar y Castigar”, sostiene
que un cuerpo es dócil cuando puede ser sometido, utilizado, transformado
y perfeccionado.
El cuerpo humano entra en un
mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y lo recompone. Se trata de
una “anatomía política” que es igualmente una “mecánica del poder”.
De esta manera la disciplina fabrica
cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos dóciles. Además, aumenta las fuerzas
del cuerpo, en términos económicos de utilidad y disminuye esas mismas fuerzas
(en términos políticos de obediencia), como sucedió en la última dictadura
militar argentina.
Es por ello, que como estudiantes de
las nuevas universidades nacionales debemos estar comprometidos con las
políticas de Estado que fortalecen los Derechos Humanos, como así también tener
conciencia que la lucha por los desaparecidos aun no finalizó, ya que aún
quedan 400 personas que viven con su identidad falseada.
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