Actitudes
irresponsables, en diversas ocasiones, conspiran contra un pleno desarrollo de
la Libertad de Expresión que goza nuestro país. Nota de opinión del periodista y docente de la UNDAV Ricardo Petraglia
Hace un puñado de días, el diputado nacional
por el Frente Renovador, Francisco De Narváez, volvió a ser noticia por irrumpir
en la oficina comercial de director de la Agencia de noticas provinciales NOVA, Mario Casalongue
y pegarle una piña. Si bien no hubo testigos del hecho, tanto la foto que se
sacó el agredido con su boca en primer plano chorreando sangre, como las
posteriores disculpas del legislador, confirman el repudiable hecho.
La noticia se completa con las causas que
produjeron la ira del precandidato a gobernador bonaerense y resulta que De
Narváez se enojó por las reiteradas publicaciones aparecidas en la agencia
dirigida por Casalongue, donde se habló detalladamente de los gustos sexuales
del diputado y su mujer.
Una persona que se propone representarnos,
debe estar a la altura de las circunstancias y no puede deshonrar la investidura
que el pueblo le otorgó como su representante. Mancilló ese lugar de
representación democrática por no cumplir sus funciones, además, a través de una
presencia del 33,3% en las sesiones del Congreso, con el agravante de atacar a
una persona, por no gustarle lo que publicaba.
En nuestro país la libertad de expresión es
absoluta: si bien una persona puede recurrir a los fueros civiles para denunciar
la agresión sufrida en alguna publicación, no existen más las acusaciones de
calumnias e injurias que tantos dolores de cabeza nos dieron a los periodistas
y que resultaban una mordaza a la hora de dar a conocer alguna información.
Si ese logro no es defendido desde la
práctica responsable del periodismo, y se repiten prácticas que cada vez son
más comunes en nuestra prensa como la de publicar noticias falsas con verbos en
potencial o introducirse en la vida privada de las personas, la libertad
laboral lograda puede ser el paso para la pérdida de nuestra profesión.
Ningún marco legal o regulatorio es
perfecto y ninguno funciona si quienes están bajo su jurisdicción no lo
respetan, las constantes operaciones de prensa que diariamente se desenmascaran
son una triste evidencia de que algunos miserables opacan el trabajo del
colectivo.
¿Tiene derecho Mirtha Legrand a preguntarle
a Laura Miller qué hacía ella para ser golpeada por su marido? y luego, como si
fuera poco, sumarse a la campaña más importante que tuvo la Argentina contra la
violencia de género sacándose una foto con el cartel “# ni una menos.
¿Tiene
derecho el diario Clarín a publicar en su tapa que Máximo Kirchner tiene una
cuenta en Suiza y no hacer lo mismo cuando el banco aludido niega dicha
información? ¿Tiene derecho Jorge Fontevecchia a
publicar casi con exclusividad fotos denostando la investidura presidencial de
Cristina Fernández de Kirchner o su imagen de mujer? La ley los ampara porque
las leyes, en la Argentina, amparan la libertad de expresión por sobre todas
las cosas.
Si la hipocresía, si el mercantilismo
extorsivo, si la violencia simbólica o si la mentira manejan la mayoría de los
medios reunidos en grandes corporaciones multimediales, puede ser que alguien
reaccione con violencia.
La página de la agencia NOVA recibió en los
últimos días más visitas que en toda su existencia, si uno entra puede ver una
enorme sumatoria de gente reprobando la actitud de Francisco De Narváez, los
editores de la Agencia las presentan como muestra de solidaridad para con el
agredido y esto es una nueva mentira y como dijo el poeta, una mentira también
es violencia.
Todos debemos criticar la actitud de un funcionario que no puede
estar a la altura de la representatividad que dimos como pueblo democrático,
pero de ninguna manera debemos avalar la violencia constante que personas como Mario
Casalongue, y tantos otros, ejercen todos los días amparados en leyes que
fueron el producto de luchas laborales dignas.
Publicar un comentario