En el marco de la
serie de notas que publicamos sobre los desafíos que enfrenta nuestra
profesión, la conductora de “Historias debidas” por Canal Encuentro, señaló que “somos periodistas; no somos
operadores ni de los gobiernos ni de las empresas”
"Tenemos
el desafío de luchar por el derecho a la comunicación"
*Por
Ana Cacopardo
Quienes ejercemos
el periodismo, afrontamos un escenario complejo. Donde aparecen tensiones con
las que siempre convivimos. Básicamente la tensión con el poder. O la tensión
entre lo que pensamos y las líneas editoriales de los medios en los que
trabajamos.
Pero estas
tensiones adquieren una dimensión distinta en el actual contexto. Nunca en la Argentina tuvimos estos
niveles de concentración en la propiedad de los medios. En esta etapa de
capitalismo global, los medios se han convertido en corporaciones cada vez más
poderosas que condicionan la calidad de nuestras democracias. Brasil es un
ejemplo elocuente de la época que nos toca transitar.
Pero también
podríamos mirar lo que sucede en México, donde Televisa es el soporte del
narcogobierno. Hoy los medios de comunicación son herramientas de lobby para
garantizar el lucro y la reproducción de negocios cada vez más diversificados.
Entonces los
periodistas desplegamos nuestra tarea en un terreno minado por operaciones
de prensa. Donde se pierde la ligazón entre los hechos y la verdad, y lo
que hay son operaciones del poder. Y con esta afirmación no estoy poniendo en
juego una mirada ingenua sobre nuestro oficio ni haciendo la celebración de la
neutralidad. Lo que estoy señalando es la distancia entre la mentira artera y
la honestidad intelectual. Estoy parada en un lugar fundante que es el de la
ética. Somos periodistas. No somos operadores ni de los gobiernos ni de las
empresas. Los trabajadores de La
Nación repudiando en pleno el editorial golpista de su propio
diario o la resistencia de los trabajadores de Tiempo Argentino sosteniendo su
fuente de trabajo y denunciando patronales corruptas, son un faro y una
constatación de la fuerza que pueden ganar posiciones colectivas y organizadas.
Luego creo que tenemos
el desafío de seguir luchando por el derecho a la comunicación. Me importa
siempre decir que la comunicación es parte de la agenda fundamental de derechos
humanos. Y como todo derecho, hay que dar batallas para ejercerlo. En nuestro
caso como periodistas, batallas creativas para encontrar nuevos lenguajes o
para asociar nuestros saberes al de organizaciones de base o desplegarlos en
nuevos medios –universitarios, locales, comunitarios- donde ensayemos otras
agendas. O batallas para encontrar grietas en los medios de siempre. Y junto con estos gestos creativos y resistentes,
invisibles y cotidianos, hay que seguir dando la gran pulseada por un sistema
de medios democratizado. Insisto: es una pelea fundamental donde se juega la
calidad de nuestras democracias. Los medios no
reemplazan a la política, lo sabemos. Pero son actores centrales en la luchas
por la hegemonía. Y en la construcción de un sentido común, es decir de ese
conjunto de significados que les atribuimos a los hechos y las palabras, para
luego legitimarlos o no.
Ese 33 % del espectro radioeléctrico que debía
traer nuevas voces a la escena pública y que garantizaba la ley de servicios
audiovisuales derogada por Macri, sigue siendo todavía una quimera a alcanzar. Ese
33 % son los actores sin fines de lucro, son las universidades, cooperativas, sindicatos,
organizaciones. Son las provincias, las
regiones y los pequeños pueblos que tienen derecho a expresarse y pensarse a
través de programaciones locales, hechas por periodistas, actores y
realizadores locales. Estas son las
cosas que nombramos cuándo hablamos del derecho a la comunicación. Esas son
también fuentes de trabajo. La ley de servicios audiovisuales es la herramienta
que democráticamente supimos conseguir para seguir empujando un orden más justo
y equitativo también en la distribución de la palabra.
Aunque en estos días,
más que nunca parezca una quimera.
* Periodista y
directora de cine documental
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