Nota de opinión del docente Santiago Giorello sobre la coyuntura política, a partir del otorgamiento de la justicia de prisión domiciliaria a Etchecolatz
Parodia de EAMEO
Ya está. En dos de los tres incidentes resolvieron otorgarle la prisión domiciliaria a Etchecolatz los jueces Germán Castelli (por motivos humanitarios) y Daniel Alejandro Esmoris (por el mero cumplimiento del requisito etario). Sigue adentro, porque faltan dos incidentes más, pero ya cada vez más afuera.
Guadalupe Godoy, abogada
Hebe de Bonafini tiene 87 años, para la derecha que forma
discurso, pierde su condición de mujer – madre – inocente para ser una persona
agresiva, corrupta e ilegal que debe ser condenada. Etchecolatz, el genocida
que tiene 87 años, es considerado por la justicia corporativa como un viejito
indefenso.
El eje, nuevamente, lo constituyen los
poderes fácticos. Eso incluye la idea de volver a los dos demonios (Dos bandos que se pelean, una sociedad que mira). La pregunta
es cómo se puede ser neutral–independiente–indiferente ante una persona que
secuestró pibes, mató a miles e integró un rol clave en el marco del terrorismo
de Estado, donde un aparato de civiles y militares persiguió a personas por su caracterización política. El centro, entonces, no es sólo Etchecolatz.
El dilema es sortear los dolores cotidianos
provocados por estas medidas que parecen infinitas. Son los discursos de los
lectores de La Nación, los cuales parecen escenas de Capusotto, cristalizados en acciones políticas atadas al deseo neoliberal. El problema, entonces, no es la mera noticia retrógrada de ayer, sino su potencialidad.
La mirada tiene que apuntar a lo que está
detrás. Eso que denunció Walsh hace 40 años: el entramado de la justicia, el empresariado
(capital financiero), y –ahora- un poder político legitimado que aparenta
ignorancia y despolitiza (Pokemón como batalla cultural), la mejor estrategia
para desguazar al estado.
Etchecolatz, el genocida, es lo que es, no hay
que olvidarlo. El escritor Fontanarrosa relata en su libro Área 18 la historia de un monumento inverso, de alguien que le hizo mal a un país. No estaría mal pensarlo como posibilidad para interpelar la pedagogía de la desmemoria, a
casi una década de la última desaparición de Julio López. La lucha, también, es Chicha Mariani, y la búsqueda
de Clara Anahí.
Ante esta coyuntura de Hebe’s,
Milagros Sala’s, criminalización de la protesta y tarifazos.. gritar puede ser lo correcto. El ejemplo de Belén es una muestra de ello.
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