Cuenta
la tradición oral paceña que, allá por 2011, apareció naturalmente tallada en
una piedra, la cara del Diablo, Mandinga, Lucifer o Supay, trasformándose en un
lugar de peregrinación para pedir favores. Sin embargo, con la ofrenda de la muerte de un
joven, al que le adosaban billetes de cien dólares, las autoridades destruyeron
el lugar.
Por Marcelo Chapay
En una oscura madrugada del invierno de
2011, en la carretera que une a La Paz con el Aeropuerto Internacional ubicado
en la ciudad de El Alto, apareció naturalmente tallada en una piedra, la cara
del Diablo o El Tío, como lo denominan los lugareños.
El sitio, ubicado en la falda de una
ladera, se transformó de inmediato en lugar de peregrinación para pedir todo
tipo de favores a Supay -el Maligno en lengua Aymará-, desde dinero y trabajo, hasta salud y
maldiciones. Las autoridades destruyeron el “monumento” a fuerza de palas
mecánicas, cuando una de las ofrendas alcanzó un punto culminante: el cuerpo
sin vida de un joven.
Testigos del suceso aún recuerdan
estremecidos que, en el abdomen del infortunado, los fieles depositaban,
adosaban, pegaban, billetes de cien dólares. A partir de la temperatura que
tomó el asunto, las autoridades destrozaron el “altar” dedicado al señor de las
tinieblas.
Ofrendas y rituales
Los vecinos del lugar, conocido antes de la
intervención estatal como Cara del Diablo y después de su destrucción como
Curva del Diablo, cuentan que entre las ofrendas que por centenares se realizan
los días martes y viernes, a partir del atardecer, se encienden velas con
figuras de animales, como las de un perro y un gato, figuras humanas, con
partes de extremidades humanas y cuerpos inertes de animales.
Decenas de personas recurren a este lugar
para pedir la ayuda del 'Tío', como algunos llaman al demonio. "Vienen
para pedir plata, auto, casa, muchas cosas se pide en la vida, como salud. Por
eso se adorna con flores, alcohol, vino y hojas de coca", ilustró Ramiro,
un veterano taxista, en una pausa durante el recorrido, hasta el Aeropuerto.
Esta especie de altar tiene unos 50 metros
de largo por unos 40 de alto. Allí alguien había tallado en el pasado, en una
piedra, un rostro mefistofélico. Otros sostienen que apareció de la nada.
Simplemente un centro de peregrinación para pedir la protección del maligno y
cometer fechorías.
Entonces, el gobierno y la Policía
destruyeron el altar, pero al poco tiempo los 'devotos' volvieron a levantarlo.
Se observan centenares de manchas de velas de todos los colores, con el significado
que el esoterismo occidental les atribuye: amor, salud, negocios, estudios,
riqueza... o maldición.
Lugar precolombino
Lugareños sostienen que, 'La Curva' fue un
lugar religioso precolombino donde se adoraba a un ídolo de piedra en forma de
serpiente enroscada, una deidad llamada "katari" en aymara, asociado
con el dios benefactor "illapa", el rayo de la lluvia.
Otros creen la existencia antigua de que el
lugar era una 'huaca', un centro religioso de adoración indígena."
Lucifer, el Diablo o mandinga para el criollo, también representa a 'Supay',
una malhumorada deidad andina que domina las minas bolivianas como un demonio
guardián de los socavones, quien sólo autoriza la extracción de mineral si sus
seguidores le ruegan con alcohol y hojas de coca.
En la curva se conoce de sacrificios de
gallinas, perros o gatos, un hecho condenado por defensores de animales. No
obstante, comenzó a funcionar hace algunos años una asociación denominada
"Waca Katari", que agrupa a los chamanes del lugar y que negó la
realización de tales actos.
Causalidad o casualidad, en su reciente
gira por Latinoamérica, el Papa Francisco, digirió la palabra a miles de
fieles, en La Paz, Bolivia, en una tarima armada a escasos metros, de la Curva
del Diablo.
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