El 25 y 26 de Agosto se llevó a cabo el XVII Congreso de la REDCOM
teniendo como eje “La institucionalización de los debates, estudios e
incidencia social del campo de la Comunicación”, un grupo de estudiantes de la
carrera de periodismo, docentes y no docentes de la Universidad Nacional de
Avellaneda participaron del mismo, en esta nota reflejamos un poco de aquella
travesía.
Por Marcos Carvallo
El lunes 24 a las 23:00, partieron rumbo a la
ciudad del Cuarteto y el Fernet, el viaje tuvo diferentes matices, al principio
la euforia reinó durante las primeras horas, cantos, chistes y juegos hicieron
parte del entretenimiento. Cada tanto Damián, quien manejaba la combi,
cariñosamente llamado el “El Pela” hacia una parada para estirar las piernas, y
los chicos aprovechaban a tomar café, comer e ir al baño.
Pasadas las horas el cansancio se hacía notar,
de los 14 pasajeros solo 3 o 4 seguían charlando, el resto intentaba dormir y
para ello guardaban silencio. Aún así los pocos que se mantenían despiertos
tenían la energía suficiente como para armar revuelo por unos segundos, desde
una estruendosa música, hasta gritos y bollitos de papel, que volaban por el
aire. Esto ponía en alerta a los que ya estaban dormidos. La picardía duró todo
el viaje tanto de ida como de regreso.
Llegados a destino, se instalaron en el Hostel
“Mate” ubicado a unas 25 cuadras de la Ciudad Universitaria, en donde se realizó
el congreso. Entre acomodarse, ducharse, desayunar y encontrarse con otros
compañeros que llegaron por su cuenta, el grupo partió; tan solo con el
descanso recibido en el viaje.
Nuevamente el entusiasmo invadió al grupo, ya
dentro de las instalaciones de la Universidad, cada uno se acreditó y tomaron
diferentes caminos, algunos trabajaban en notas y entrevistas, otros asistían a
las charlas, y otra parte de la agrupación se dedicó a reunir información y
contactos para futuros intercambios de trabajos inherentes a la carrera. Cada
quien hacia lo suyo, increíblemente parecía que lo hubieran arreglado, pero no
fue así, era tan solo el espíritu de equipo que también se hacía notar.
Terminado el día, el cuerpo reclamaba el
descanso correspondiente, faltando unas horas para el anochecer, el grupo
sucumbió ante Morfeo y todos desde el día anterior, por primera vez tocaban la
cama. Un par de horas bastó y como a las 20:00, tímidamente cual zombies en
noche de brujas, iban apareciendo en la sala de juegos del hospedaje, que por
cierto contaba con juegos de pool, ping pong, cartas y un televisor junto a una
gran cantidad de películas, también una PC para navegar en internet.
En ese lapso en que todos se desperezaban,
entablaron charla con Armando Crupi, un huésped del lugar que acababa de llegar
de Buenos Aires y semanas antes de Italia. El Tano (rápidamente apodado por
todos) se vinculaba con el grupo de manera natural, se notaba que estaba
acostumbrado a este tipo de lugares y situaciones, se unió a los estudiantes y
en menos de 20 minutos estaba junto con ellos dirigiéndose al supermercado a comprar los ingredientes
para la cena.
Según el Tano, se define como socialista y un
poco anarquista, hace poco se recibió de odontólogo y como premio se regaló
este viaje. Entre sus planes esta visitar la casa de Ernesto Guevara, la ciudad
de Tucumán, los Valles Calchaquíes y finalmente dirigirse a Chile; eso hasta
que conoció al grupo. Pues comenzó a pensar en la posibilidad de abandonar Chile
y volver una semana más a Buenos Aires.
El encargado de alimentar a la manada era
Santiago Giorello (Santi), docente quien organizó todo el viaje desde el
principio hasta el final junto a Daniel Escribano, director de la carrera de
periodismo. Unos pequeños parlantes y un celular alegraron la noche. El “profe Sebastián”
(Di Domenica), también titular de una cátedra en la Undav, estaba instalado en
otro hotel, pero se unió al festín. Lucas y Diego recepcionistas del lugar
junto a otros huéspedes se sumaron a la velada, los 14 terminaron siendo casi
20.
Al otro día ya en las instalaciones de la UNC,
el día se desarrollo similar al anterior, el interés en las charlas se notaba.
Por los pasillos del lugar cada cierto tiempo se veía un rostro familiar, que
luego se perdía detrás de alguna de las puertas de las aulas. Por momentos
estaban todos juntos compartiendo risas o algún mate o café, para después
volver a retomar lo que estaban haciendo.
Al caer la tarde, el grupo se reunió, planearon
como terminar el resto del día, así que decidieron de común acuerdo volver al
Hostel a buscar las valijas y…
*****
Generalmente se espera que una crónica tenga un
desenlace final, si el lector llegó hasta este párrafo, es porque esperaba saber cómo termino el viaje. Aquí pido
permiso para dejar el profesionalismo, y comienzo a decirlo de manera personal,
no me gustan las despedidas, y es por eso que decidí no contar el final de este
recorrido tan maravilloso, me lo guardaré para mí y mis compañeros con quienes
tuve el honor de compartir este primer viaje como estudiante universitario.
Solo diré que ser estudiante puede ofrecer éste
y muchos momentos inolvidables, donde uno quisiera despertar cada mañana y
volver a repetir ese mismo día una y otra vez. Y a todos los que quieran saber
el final de la historia los invito a que hagan algo mejor, vivan la suya
propia, nunca es tarde para seguir una carrera, esto es solo una parte de las
cosas buenas que traerá a la vida de cada estudiante.
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