Su
primera obra fue El Anatomista (1997), novela tan exitosa como polémica: un
emblema del Renacimiento, llamado Mateo Colón, descubrió el clítoris. La historia
le permitió ganar el premio de la
Fundación Fortabat, pero la misma
Amalita decidió retirárselo, por
considerar que su obra “no exaltaba los más altos valores del espíritu
humano”. San Martín, Sarmiento, Arlt y García Marquez, personajes de esta
entrevista exclusiva a Coemu Digital
Por Fernanda Iturriaga
Conoció
a su padre a los 18 años. Fue él quien le eligió su nombre: Carlos Federico
Andahazi. Carlos por Carlos Marx y Federico por Federico Hegel. El único vínculo
con su padre era un libro de poesías en cuya solapa estaba su foto.
Un día,
en la esquina de Corrientes y Montevideo, vio a un hombre parado con barba
larga y pipa. Advirtió que era el de las
poesías. Lo paró y lo miró a los ojos.
- Perdón ¿Usted es Bela?
- Sí -le respondió-.
- Soy Federico, tu hijo.
Así se
conocieron.
En su reciente novela, Los amantes
bajo el Danubio, pudo despojarse de sus disfraces –de la voz de Descartes en El
Anatomista, de los pintores renacentistas en su obra El secreto de los
flamencos y el de Gutemberg en El libro de los placeres prohibidos- y se animó
a hacer una reconstrucción literaria de su vida familiar.
Su abuelo paterno que vivía en
Budapest, cuidad invadida por los nazis durante la Segunda Guerra
Mundial, ocultó en el sótano de su casa a un matrimonio judío. Era su ex esposa
con el marido, hombre con quién sospechaba que lo había engañando.
Andahazi cuenta que la muerte de su padre fue uno de los motivos que lo impulsó a escribir
este último libro, que hubiese sido muy difícil escribirlo bajo su mirada,
porque también es parte de su historia. También se define como un pintor y
poeta frustrado: “Me parece que uno es el lugar que le dejan ser. Somos la suma
de nuestros defectos y el lugar vacante que nos dejan en el tablero extraño en
que se convierte la existencia”, dice, y procede a la entrevista.
CD: ¿Cómo
comenzás a vincularte con la escritura?
FA: Mi
abuelo materno llegó a la
Argentina como inmigrante ruso a los cinco años. Era editor:
pasó de vender diarios a vender libros y de más grande a editarlos. Tenía una
biblioteca fantástica y para esa época, año 1976, - yo tenía 13 años- era tan
riesgoso conservarla que decidió quemar todos sus libros. Fue tan tremenda esa
escena que me prometí de alguna manera reconstruir esa biblioteca. Cada vez que
termino una novela tengo la ilusoria sensación de estar restituyendo uno de
esos libros.
Entiendo a la literatura como un oficio: todos los
días me levanto y escribo. Aunque existen largos períodos que son pura
contemplación y ocio, hasta un
observador diría: “éste es un vago”. Seis meses del año no hago mucho más que
tomar café, pasear a mis perros, y conversar, mientras algo en mi cabeza está
dando vueltas todo el tiempo. Los otros seis meses me dedico a rememorar, como
decía Platón, todo aquello que se gestó en alguna parte
CD: La
tensión narrativa está presente en todos tus libros. ¿Es algo que te proponés?
“Sí.
Una pieza novelística es como una larga partida de ajedrez que uno establece
con un lector imaginario. Escribo en capítulos cortos con el propósito de
especular una relación de espejo con quien imagino que me está leyendo.
Considero que tener en cuenta al lector
en el proceso de escritura es fundamental. Esta tensión narrativa que genero,
está dada por esta pieza fundamental que es el lector: mi contrincante y mi
amigo.”
"Sarmiento no tenía pudor en mostrar su sexualidad"
Para el
escritor hubo un momento en que el sexo dejó de ser algo sagrado para
convertirse en algo pecaminoso y prohibido. Dice que la sexualidad, lejos de
ser pecaminosa, era sagrada, a tal punto que se ofrecía en los templos.
CD: ¿Qué
revisionismo haces de eso?
FA: Cuando
el pueblo hebreo cayó cautivo de los pueblos babilónicos, y fueron obligados a
rendir culto a Ishtar- diosa de la sexualidad- al comienzo los hebreos se
resistieron porque eran monoteístas. Luego, al liberarse del yugo babilónico,
repudiaron de tal manera al opresor, que terminaron poniendo la sexualidad del
lado del enemigo. Ese momento fue, cuando a través del judaísmo, también el cristianismo toma esta ruptura con
los pueblos que ellos consideraban
politeístas.
CD: ¿Cómo fue el conflicto con Amalia
Fortabat y el premio que ganaste con El anatomista?
FA: Me
había dado cuenta que era difícil publicar mis novelas y decidí llevarlas a
diferentes concursos. Presenté El
Anatomista al Premio Fortabat y lo gané. Sin embargo, Amalia Lacroze de
Fortabat, publicó en todos los diarios de Buenos Aires una solicitada:
“Contrariando a mi propio jurado decido retirar el premio porque el Anatomista
no contribuye a exaltar los más altos valores del espíritu humano”. Era como la
lucha de David y Goliat: yo era un autor inédito y Amalita era la mujer más
poderosa del país. Estuvo a punto de comprar la edición entera del Anatomista
para que no salga.
Sarmiento
y San Martín fueron increíbles. Sarmiento no tenía ningún pudor de mostrar su sexualidad,
a tal punto que lo dejó escrito en varios documentos. Cuando estaba en Chile
exiliado, el gobierno lo mandó a Europa y al liquidar sus gastos decía: un café
en Paris, un souvenir del vaticano, y de golpe, dabas vuelta la página y decía:
“Gran Orgía” y donde decía orgía, léase
orgía eh, no burdel. San Martín era interesante, no tanto por la cantidad de
amoríos que tuvo durante su campaña Libertaria, sino por las crónicas que dan cuenta,
de que Remedios de Escalda le fue infiel con dos soldados, y cuando él se
enteró los mandó al destierro.
CD: ¿Qué
te divierte leer?
FA: Separo
a los escritores en dos grandes grupos. Esos escritores que te sugieren que
escribir es imposible: Jorge Luis Borges, James Joyce, ya que después de leerlos pensás "¿Y yo qué voy a escribir?", y esos otros que te dicen: sí, escribir es posible.
Ahí están Roberto Arlt, Jack London, tipos que carecieron de formación
académica y sin embargo son los padres de la literatura universal. Entonces
pienso: si ellos pudieron ¿por qué yo no voy a poder? El oficio de escritor,
transcurre en esa angosta cornisa entre lo posible y lo imposible.
A su
vez cumplí mi sueño de conocer a Gabriel García Márquez: fue en París en el año
1998 en el marco de un congreso organizado por la Unesco .Me quedé sin
palabras cuando se me acercó y me dijo: “¿Así que tu eres el del Anatomista?”,
y me empezó a comentar el libro. Me quedé mudo al darme cuenta que lo había
leído. García Márquez tenía esa gran virtud de hacerte sentir cómodo. Del Renacimiento
me hubiese gustado conocer a Boccaccio, debe haber sido un tipo divertidísimo,
hoy está colocado arriba de un pedestal pero en su época era considerado un atorrante.
CD: ¿Y
a Hemingway…y a Borges?
FA: A
Hemingway me gusta leerlo, pero no sé si la hubiese pasado bien con él. Tenía
un carácter muy arrollador y me lo imagino hablando mucho más de lo que
escuchaba, no es el tipo de persona con el que a mi me gusta conversar. Sí, me
hubiera gustado sentarme son Kafka, para charlar sobre esta cosa extraña que es
el judaísmo. Y Borges… me hubiera intimidado mucho. Me gusta conversar con la
gente y sentirme cómodo, hablar de las cosas que hablas con un amigo y para mí
Borges era como un maestro.”
Uno
necesita tener diálogos normales en la vida: no podes estar todo el día
hablando de literatura. La existencia de casi todos nosotros transcurre en la
intrascendencia. La mayor parte de nuestros diálogos son intrascendentes y esa
suma de intrascendencias a lo mejor da algo interesante.
CD:¿Qué
te devolvió la escritura?
FA: A
través de la literatura pude restituir cosas que tienen que ver con mi
historia. Esa biblioteca perdida de mi abuelo la restituyo cada vez que escribo
un libro. Hoy veo estos ejemplares en mi biblioteca y son un homenaje a aquella
otra biblioteca que debió quemar mi abuelo. De alguna forma la escritura te
restituye mucha de las cosas que perdiste.


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