Los atentados en París dejan un escenario complejo que
dificulta un análisis riguroso, más allá de la proximidad de los hechos, que
tiene repercusiones en la geopolítica mundial. El rol de Francia en el ajedrez, los desafíos de la Unión Europea y las tensiones actuales.
Por Marcelo Chapay y Fernanda Díaz
En el plano del análisis del atentado, fueron seis ataques simultáneos: en el
estadio de fútbol donde disputaban un encuentro amistoso los seleccionados de
fútbol de Francia-Alemania, con la presencia del presidente François Hollande; el
club de eventos Bataclan, donde tocaba Eagles of Death Metal, un grupo de hard rock
estadounidense; en las terrazas de tres restaurantes, uno de ellos a pocos
metros del diario Charlie Hebdo; y en el shopping Les Halles. Más de un centenar de muertos, alrededor de
300 heridos, el saldo inicial.
Los ataques, que
fueron reinvindicados por el Estado Islámico (EI) o Daesh (por su acrónimo en
árabe), muestran un éxito en la ofensiva
del califato por su impacto tanto en lo simbólico como en el plano operativo contra targets
occidentales.
¿Por qué
se parte del “éxito”? Porque los atentados fueron coordinados en simultáneo, las
autoridades francesas estaban alertadas de la proximidad de un ataque, es más,
desde los atentados al semanario Charlie Hebdo en enero pasado se frustraron
por lo menos siete hechos, pero nunca se pensó que tuvieran la capacidad
operativa para realizar un acto de semejante espectacularidad.
A la manera
hollywoodense, la matanza terrorista se concentró en un eje del Boulevard
Voltaire, en pleno centro parisino y en los distritos diez y once con objetivos
que representan para el extremismo yihadistael ocio en relación con la juventud:
consumismo y esparcimiento occidental -fútbol, compras y restós-. El terror
sembrado a escala planetaria. Objetivo político, satisfecho.
Pensar que los
ataques son realizados por locos fanáticos es invisibilizar que el atentado
terrorista es un acto político, cuyo mensaje es el terror con el objetivo de
sembrar miedo e incertidumbre entre la población y como reacción a las
políticas exteriores que se están llevando a cabo en Medio Oriente, y
justamente EI se especializa en actos simbólicos.
El denominado Estado
Islámico o Daesh es una entidad político territorial que utilizan la
metodología terrorista insurgente, de naturaleza yihadista suní, autoproclamado
califato, asentado en un amplio territorio de Irak y Siria.
El grupo es
controlado por radicales fieles a Abu Bakr al-Baghdadi, autoproclamado «califa
de todos los musulmanes». Técnicamente el califato se organiza como un Estado
no reconocido, ya que controla de facto varias ciudades como Mosul,Faluya o Al
Raqa, a la cual considerada su capital.
Lo cierto es que
el atentando de París de ayer cierra un círculo siniestro de ataques a todas
las potencias -mundiales o regionales- por su intervención en el combate al EI,
ya sea dentro de la alianza con Estados Unidos o unilateralmente, especialmente
en su área de influencia, Irak y Siria.
Esto lo
demuestra el atentado en Turquía en octubre pasado en la marcha de paz en
Ankara, la capital del país; el derribo del avión de pasajeros de nacionalidad
rusa en el desierto de Sinaí; y el atentado del jueves en Beirut, en un bastión
chiíta gobernado por Hezbollah en el Líbano.
De allí una de
las razones de golpear a Francia, por cuanto es un estandarte simbólico de la
libertad de expresión y del fomento a la laicicidad, que es visto por el El como algo “apóstata”, pero sobre todo están embarcados en la alianza con
Estados Unidos y Gran Bretaña en la lucha contra Daesh en Irak y en los últimos
meses comenzó una avanzada unilateral contra el califato también en Siria.
En el marco
descripto, el futuro del destrabe del conflicto sirio es central para coordinar
posiciones en la batalla contra el Estado Islámico. Sin embargo, el juego de T.E.G.
sobre el territorio de Siria por parte de las grandes potencias no debe
hacer olvidar del papel que Francia juega en los conflictos africanos de Libia,
Malí y Niger, estados musulmanes, donde la intervención de los galos empantanó
aún más el estado de guerra.
Teoría de choque
Una de las
consecuencias inmediatas de los atentados a París es el refuerzo de la utilización dela teoría de choque de civilizaciones
esbozado por Samuel Huntington, donde se pone foco a la cuestión civilización-barbarie,
usado por el discurso occidental para justificar el accionar de intervención alrededor
del mundo.
La islamofobia
que a pocas horas de los hechos se podía graficar con el incendio a un campo de
refugiados en las afueras de París, la utilización del miedo hacia el emigrado,
el extranjero y especialmente al árabe, sea musulmán o no, por parte de la
derecha francesa de cara a las elecciones regionales del 6 de diciembre nos
muestran un panorama desalentador donde el Otro funciona como el bárbaro, del
que hay que temer y protegerse.
Asimismo, las
declaraciones de Hollande, al afirmar que los atentados son un “Acto de guerra
de Daesh planificado desde el exterior con ayuda interna”, hacen prever una respuesta
militar por parte del gobierno francés, incluso al interior del país, más allá
de la declaración del Estado de Emergencia a nivel nacional con el cierre de las
fronteras y el Estado de Sitio en París. Situación de conmoción que no se
registraba desde la Segunda Guerra Mundial.
Después de
Charlie Hebdó, Francia desarrolló una ley similar al Acta Patriótica
implementada por Estados Unidos a raíz del derribo de las torres gemelas, que
restringe los derechos civiles a través de las intervenciones telefónicas y
cibernéticas, incluso interrogar a cualquier sospechoso sin orden judicial, a
la par que invirtió 900 millones de dólares en su aparato de seguridad.
Pero a
diferencia de la sociedad norteamericana en 2001, la opinión pública francesa
criticó fuertemente su acción, por temor a que se violen las libertades civiles
de la ciudadanía en nombre de la seguridad nacional.
Para explicar el
presente podemos remontarnos a la década de los ochenta cuando en Estados Unidos
la administración Reagan, decidió con el apoyo de Arabia Saudita y Pakistán,
apoyar a las facciones más radicales de la resistencia islámica armada contra
la invasión soviética a Afganistán en 1979.
Más acá en el
tiempo, las condiciones generadas por la mal llamada ‘Primavera Árabe’, cuando los
Estados Unidos y sus aliados, los regímenes ortodoxos islámicos de Arabia
Saudita y de los distintos Estados del Golfo Árabo-Pérsico (Emiratos, Qatar,
Bahrein) consideraron que era el momento de eliminar a Bashar Al Assad,
presidente de Siria y aliado de Irán, con la consecuencia de movilización de
combatientes de todas las comunidades islámicas.
Por otra parte el
Pentágono trabaja para confirmar la muerte del miembro más célebre del Estado Islámico. Un bombardeo con un dron
estadounidense sobre Raqqa alcanzó el jueves, supuestamente a ese individuo, de
nacionalidad británica y origen kuwaití, identificado como Mohammed Emwazi y
conocido como John el Yihadista.
Lo cierto es
que, más allá de la confluencia de factores, la Comunidad Europea tiene el
desafío, de contener a 160 mil refugiados sirios en los próximos dos años, en
un marco de seguritización de sus políticas, con el visto bueno de sus sociedades
y una carrera hacia la seguridad interna que coloca en la mira a todo
extranjero. Dura paradoja moderna.
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