Su primer libro fue Esperándolo a Tito y otros cuentos de
fútbol, relatos que se popularizaron por radio de la mano de Alejandro Apo.
Sin embargo, el mayor reconocimiento llegó con La pregunta de sus ojos, obra que arribó al cine y ganó el Oscar.
Con Papeles en el viento, una
historia de cuatro amigos que rinden culto a la amistad, se instaló por segunda
vez en la pantalla grande. En su
última novela - Ser feliz era esto- logra
conmover con una admirable belleza en su modo de decir. Entrevista exclusiva para Coemu Digital
Por Fernanda Iturriaga
Castelar es un barrio de casas bajas y
veredas llenas de hojas, de esas que hacen ruido cuando las pisás. Es un jueves
de otoño a media mañana y el sol es dorado. “Tertulia” se llama el bar y está
cerca de la estación de tren: a la entrada, un jardín de invierno lleno de
luces y banderines de colores al estilo quermés, como la película Luna de
Avellaneda. En su interior, mesas y sillas de madera, olor a café y tostadas.
Adentro, nuestro entrevistado, sentado en una mesa para cuatro.
Mientras toma el último sorbo de su cortado
en jarrito, sonríe, se levanta y tiende la mano. Casi al mismo
tiempo da un beso y vuelve a sentarse. Viste jean claro, camisa a cuadros, suéter gris y
zapatos gastados. Tiene pinta de ser uno más,
pero no lo es, aunque se esmere por disimularlo, él es distinto. Mantiene en la palabra la paz de su escritura; es
tan simple como profundo; habla bajito, moderado y contesta todo, incluso sobre
aquello que se le pregunta mil veces; sus ojos, brillan.
Dice que el fútbol no solo le sirve como una
puerta para hablar del amor, la amistad, el dolor, la muerte, la angustia y la
traición sino también que el fútbol le sirve para poder vivir todo eso. Dice
que los códigos del fútbol no alcanzan para entender al mundo, pero sí son muy
útiles. Dice que cualquier juego nos vincula con las cosas más profundas,
porque mientras jugamos, dejamos todo.
Bar Tertulia
"Si nos ponemos a jugar al
truco nos olvidamos de todo y nos importa tres carajos lo demás, nos importa
nada más si el otro tiene tanto o no tiene tanto, y entonces nos preguntamos:
¿Somos pelotudos? ¡No! Estamos jugando. Allí nuestras emociones afloran y si
nos tomamos un minuto, las vamos a poder ver de un modo, que de otro modo no
las vemos. Literariamente el fútbol me sirve para lo mismo".
"A veces
te puede pasar que el éxito te salga al encuentro donde vos lo esperás. Otras, que nunca se dé donde vos pensás.
O te salga en una zona de tu vida donde no te imaginás. Empecé a
escribir porque sí, no sabía que se iba a convertir en una profesión. No tenía
idea de que fuera por ese lado".
Coemu Digital-
¿Hoy te sentís escritor?
Eduardo Sacheri: Sí, ahora sí. ¿Sabes por qué? Porque mi familia come de
eso. Es así de básico: Antes era un profesor de historia que escribía. Ahora
soy un escritor que da algunas horas de historia. Antes mi familia morfaba de
la historia y ahora morfa de los libros. Simple.
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De vez en cuando se da el lujo de recordar a su padre
en obras como Independiente, mi viejo y yo; Sr Pastoriza; Piloto del combate y Topadoras o descargarse como en, Me
van a tener que disculpar, donde asume que no es un cuento, sino un “me
hinche las pelotas voy a decir lo que pienso de esto”.
CD -¿Qué significó haber perdido a tu papá a los
10 años?
ES: Es la huella biográfica
que cargo. Me dolió mucho y le dio a mi mirada sobre la vida, una carga trágica
y de provisoriedad. De chicos tenemos la tendencia de pensar a la vida de forma
estable: siempre vas a ser chico, siempre vas a vivir donde vivís, siempre tus
viejos van a ser tus viejos. De repente, se te muere uno de ellos cuando tenés
10 años y decís: ¡Puta! Un carajo siempre. Te das cuenta que siempre no existe.
Tardé años en asumirlo provechosamente. La escritura me ayudó un montón. Bueno,
vos fijate, recién empecé a escribir ficción a los 24, 25, demoré mis buenos
quince años.
Mi vieja me acompañó como pudo, se le
hizo trizas la vida a los 48 años, y después la peleó. A mi mujer la
conocí a los 17, en quinto año del secundario y acá estamos, en breve cumplimos
30 años de novios. Y mi hija, es muy lindo verla crecer. De hecho, en Ser
feliz era esto - una novela en donde el desafío fue meterme en la
cabeza de Sofía, una chica de 14
años - los modos de
la relación, ese humor irónico que se brindan los protagonistas, que se
chicanean, ese discurso adulto de la nena para joder con su padre, son los diálogos
que tenemos con mi hija.
Me asombran los matices que tienen las
mujeres. Por más que a veces su complejidad te abruma, lo mismo que te
desespera y te satura, es lo que te seduce. Nos enamora lo distinto a nosotros.
Esa complejidad las vuelve interesantes, mucho más que los tipos. Los hombres
solemos ser más simples, más básicos, más directos Yo tengo mis amigos para
hablar determinados temas, pero otras cuestiones solo las puedo hablar con mis
amigas o con mi mujer. Hay cosas para las cuales nosotros no estamos
habilitados, no nos da el cerebro.
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“Estaba tristísimo, destruido, pero no sentía
que Independiente estaba muerto”
Por momentos nombra a su querido equipo Independiente y
parece detenerse en el tiempo. Admite que a veces el hincha del rojo está enfermo de
nostalgia y que eso puede ser paralizante. Es consciente que vivir en la
nostalgia por fuera del fútbol, estar con los ojos en la nuca, es complicado.
CD -¿Viste un paralelismo entre la muerte del
Mono- el protagonista de Papeles en el Viento- y la muerte del club de sus
amores, Independiente?
ES: Sí. De manera inevitable.
El Mono usa a su club para atribuirle nuestros rasgos humanos: la grandeza, la
decadencia, la dignidad, el heroísmo, la humillación. Te hablan mal de tu club
y es como si te hablaran mal de tu hijo, más que de tus viejos. Esta novela la
escribí en el 2010. Le puse el punto final y ganamos la Sudamericana , pero
pensaba: “Igual estamos muy mal, ojalá no nos vayamos al descenso”.
Para mí no es lo mismo irte al
descenso que morir. Morirte es lo que
casi le pasa a nuestros primos cuando salió La Síndico a decir: "Racing ha dejado de
existir". Si alguna vez me dicen eso de Independiente ¡Y sí! voy a sentir que mi
club se murió y te lo digo después de haber pasado el descenso y de haber
estado ahí, en el partido de San Lorenzo cuando nos fuimos a la B.
Estaba tristísimo, destruido,
pero no estaba muerto. No sentía que Independiente estaba muerto. Por eso durante toda esa etapa y el
horrible año de la B, que fue un momento de mierda pensaba: “Estoy vivo, por
algo vengo todos los sábados a verlo jugar con estos muertos. Lo estoy viendo
perder con Brown de Adrogué, pero si lo estoy viendo perder, es porque está
jugando, está vivo.
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Aprendió que llevar un libro al cine es una
lección de humildad, que no importa qué diga ni quién es el autor: "La película
nos es mía, es del director. Lo mejor que te puede pasar es juntarte con gente
piola para hacerla, como fue con Campanela En
el secreto de tus ojos o con Taratuto en
Papeles en el viento. Con las dos quedé conforme aunque admito que algunas
cosas le cambiaría”.
CD -¿Cómo es el proceso de
pasar una novela a un guión cinematográfico?
ES: Un
quilombo (se ríe). Son dos lenguajes distintos. No hay modo de que entre todo.
Una misma escena vos te la imaginas de una manera y yo de otra. ¿Y cuál es la
manera correcta de contarla? No lo sé. Es toda una negociación, un debate.
Para mí a Papeles le faltó media hora. Las
historias tienen dos componentes: una parte es lo que sucede, los hechos. La
otra es que a vos te vayan goteando la esencia de lo que a los personajes les
está pasando. Papeles es una novela larga y tiene un montón de diálogos de los
amigos, que están para ese goteo, para que vos conozcas a esos cuatro tipos. La
película dura una hora y media y en ese tiempo se hace difícil transmitirlo, en
cambio en más tiempo se lograría tener una empatía mayor con los personajes.
Que lo que estás viendo tenga un significado más profundo, sino te quedás en los temas más superficiales: si venden o
no a Pittilanga.
“Escribir me reconcilia con que la
vida es una mierda”
Mientras
habla sobre la columna de literatura que está haciendo en “Perros de la Calle”,
en el programa de Andy Kusnetzoff, nombra a uno de los escritores más
destacados de la literatura del siglo XX: “Borges es complejo de leer y no te
va a generar una empatía emocional porque el tipo va a otro lado. No era de esos
que sienten la camiseta. No, él era un exquisito. Pero hay otra manera de
leerlo: mientras nos guste la vida nos podemos encontrar con él más acá, o más
allá y seguramente encontraremos cosas en común”, y agrega: “Borges era muy engañador. Era un erudito, pero
también mandaba fruta en sus discursos y los lectores más instruidos se daban
cuenta de que inventaba”.
CD: -¿Leías de chico?
ES: Sí, un montón. En mi casa
había muchos libros, no necesariamente de la gran literatura universal, pero sí de
grandes novelistas. Mi formación literaria fue ecléctica: arranqué con
historietas y con una colección de Robin Hood. Luego seguí con Emilio Salgari,
Julio Verne, Alejandro Dumas. En mi adolescencia, leí a Sábato, a Cortázar, a
García Márquez, a Varga Llosa, a Borges. De más grande a Soriano. Hoy leo un
policial de un griego llamado Petros Márkaris.
Hace 7 o 8 meses estoy intentando
empezar una novela y recién ahora te puedo decir que estoy casi a punto de
entrarle. Todos esos meses no los vivo relajado ni con placer, sino con culpa.
Es una etapa de frustración, pretendo ponerme a escribir, pero reboto reboto reboto…
hasta que puedo empezar.
CD -¿Qué te devolvió la
escritura?
ES: Paz. Una paz efímera.
Momentánea. Volátil, pero a mi escribir me calma. Me tranquiliza. Me reconcilia
con que la vida es una mierda. Escribir es hablar con los muertos.
CD -Decís que la vida es una mierda,
pero sin embargo las obras que escribís están llenas de esperanza…
ES:
Somos un bicho que sabemos que se va a morir y que sabemos que todo lo que vos
querés, también va a morir. Ahora, vos podés meterte en un agujero a llorar o
decir: bueno, vamos a jugar. Escribir es una manera de jugar. El arte es eso:
un intento de embellecer la vida. De conexión con lo profundo. Por eso el ser
humano es el único que hace arte, porque tiene esa noción de lo que hay y de lo
que no hay. De lo efímero y pasajero que
es todo y de lo necesario que es instalar la belleza en medio de la
fealdad.
*****
Al finalizar la entrevista, el escritor cuenta una anécdota.
-Fernanda
¿Vos sabés que le dice Milito al Ruso Rodriguez en el partido contra Patronato,
el último de Independiente en la B?
-No,
ni idea Eduardo.
-Sale
el Ruso por el túnel y en la puerta de la manga está Milito con su familia, con
la mujer y sus hijos, y le dice: ¡Mirá lo que es ésto Ruso, no te lo vas a
olvidar nunca, disfrútalo nene, disfrútalo mucho! Vos mirá la actitud de
Milito: fue campeón con Independiente, fue jugador en el Barcelona y ahí estaba
apoyando al Ruso. La vida es compleja. Hay que tener la cabeza grande para
poder disfrutar lo que te toca.
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