Las
calles sin autos, el cantar de los pájaros, el sol trepando por encima de los
grandes árboles y el olor a pasto húmedo dan la impresión de estar contemplando
las primeras horas del día en cualquier plaza de cualquier pueblo del interior. Crónica de una carrera en Palermo.
Foto: immersion.tours
Por Gabriel Montoya
De
no ser por las personas que acomodan las vallas, las carpas y los stands, a
todos los que conozcan la esquina de Dorrego y Figueroa Alcorta les
sorprendería esta postal de domingo que no se parece en nada a esta ciudad. Pero
claro, los bosques de Palermo se están preparando para una nueva carrera.
Una
nueva carrera de calle de esas que todos los fines de semana del año congrega a
miles de personas en algún parque de la Capital y son organizadas por diferentes
marcas deportivas, clubes de fútbol, universidades, sindicatos, gobiernos o
empresas.
Mientras
los camiones negros del Club de Corredores van y vienen por Figueroa Alcorta
ultimando los detalles de la carrera, una hora antes del horario de largada
comienzan a llegar los primeros corredores.
"Me
dijiste que veníamos a una carrera y hay más médicos que en una guerra", comenta un corredor de unos 50 años a su pareja. Al lado, se encontraban cinco
ambulancias de una empresa privada estacionadas sobre la avenida, que resultaron ser auspiciantes del evento.
La
largada está a unos 500 metros del cruce de Dorrego y Figueroa Alcorta, ubicada
sobre esta última. Sobre el pasto, hacia ambos lados de la avenida, los grupos
de corredores arman sus gazebos y cuelgan las banderas que los identifican.
Pampa
Running Team, Chacabukos Corre, La Meta Running Team, FC Max, Simplemente Running
Team, Mulenchen, SM Running Team, Gym Indalo, Sin Límites, Neo Running Team,
Molins Running Team, Gruppo di Corridori del Hospital Italiano, WT Running Team
y Buenos Aires Corre, son sólo algunos de los grupos que se reúnen en sus
carpas antes de comenzar la carrera.
También
hay gazebos y manteros que venden ropa deportiva y accesorios. Con la misma
modalidad que aquellos vendedores que fueron desalojados violentamente de las
veredas de Once o Flores, hacen sus transacciones de manera abierta y con
tranquilidad frente a los policías que pasan delante de ellos sin inmutarse.
Unos
200 metros a la derecha de la largada, sobre la plaza República de Ecuador,
está armado el escenario con dos pantallas gigantes. Hay carpas
para la entrega de chips, carpas guardarropas, carpa sanitarias y de
los sponsor.
La
largada está programada para las 8. 40. Antes sale al escenario el
conductor del evento: Carna. El humorista, que tuvo su apogeo durante el
programa televisivo VideoMatch en la década del 90, saluda y arenga a los ya
numerosos corredores que están allí y que le son indiferentes.
La
carrera está organizada por una marca deportiva, junto con el Club de
Corredores, y cuenta con dos distancias: cinco kilómetros participativos y quince competitivos. El valor es de 400 pesos por corredor y los 3000 cupos
disponibles para la inscripción se agotaron. Cada inscripto recibe un kit que
consta de una mochila y una remera, junto con el número de corredor. Los que se
anotan para los 15 km deben retirar un chip que controla el tiempo de carrera.
Al finalizar la competencia todos reciben una medalla.
Las
categorías son: general damas y caballeros; sillas de ruedas damas y
caballeros; no videntes damas y caballeros; y otras discapacidades damas y
caballeros. En todos los casos los premios son órdenes de compra en locales
de ropa por 5000 pesos para el primero, 2500 para el segundo y 1000 para el
tercero.
Media
hora antes de la largada un entrenador sube al escenario y comienza a hacer la
entrada en calor junto con los corredores, que en contraste con la apatía que
mostraban con Carna, ahora siguen con entusiasmo los movimientos del profe.
Tras los 10 minutos de calentamiento y elongación los corredores están
enfervorizados y Carna los invita a ingresar al corralito para la largada.
El
corralito tiene un vallado de unos 20 metros de ancho por 400 de largo. Los
relojes oficiales que cuelgan en la largada van en cuenta regresiva. Debajo
está la plataforma que activa los chips de los corredores cuando pasan sobre
ella. Unos diez metros antes de la largada hay una fila de ocho personas con
remeras rojas del Club de Corredores. Están parados de frente a los atletas, en
una formación similar a la de un cuerpo de infantería resguardando un sitio,
para evitar que éstos se acerquen.
El
Club de Corredores es una empresa que se encarga de la organización de carreras
tanto de calle como de aventura. Cuentan con reconocimiento internacional y son
los responsables de la medición de los tiempos oficiales. Para ello tienen la
licencia de una marca que permite medir con exactitud el
tiempo de carrera de cada competidor.
Los
competidores que se ubican en la primera fila de la largada son los de elite, y
ninguno corre con la remera blanca oficial de la competencia, sino con la de
sus sponsors, grupo de entrenamiento o club. Todos tienen un físico similar:
extremadamente flacos, sin grasa ni músculos marcados y algo desgarbados. Usan
pantalones muy cortos, como los de los futbolistas de los 70', aunque un poco
más sueltos. La mayoría salta en el lugar y sacude sus piernas aguardando el
inicio.
Carna
se ubica en un pequeño escenario al lado de la largada e intenta incentivar a
los corredores con un poco más de éxito que unos minutos atrás. Quizás recibe
más atención por el aumento de la adrenalina de los participantes ante la
inminencia del inicio de la carrera, de la que se aprecia su incremento con el
paso de los minutos a través de los gritos y cantos.
Por
los altoparlantes suena AC/DC, y cuando el reloj marca que faltan dos minutos
para el comienzo, el locutor anuncia la largada de los atletas en sillas de
ruedas, quienes lo hacen desde unos metros más adelante. Son dos, un hombre y una mujer,
que impulsan sus sillas de tres ruedas frenéticamente ante el aplauso de los
familiares y curiosos que se agolpan contra el vallado.
"Hay
lindas minas en este boliche", expresa Carna mientras mira el corralito repleto
de remeras blancas listas para largar.
Varios
corredores que llegan tarde quieren pasar por la vallas para ubicarse adelante
y discuten con los miembros del Club de Corredores, quienes le indican que deben dar
la vuelta por atrás, lo que implica 400 metros de ida y 400 de vuelta. Algunos
esperan a que los organizadores se distraigan, saltan el vallado y se ubican entre
los primeros haciéndose los distraídos.
Mezclados
con los atletas de elite que están por largar, se destacan dos hombres de unos
40 años: por un lado tienen la remera oficial de la carrera y por otro un
abdomen tan prominente que brinda la impresión de que en lugar de remera llevan
un traje de neoprene blanco.
Es
que nadie puede impedir a ningún participante ubicarse entre los primeros en
largar, pero existe cierto acuerdo tácito para dejar la vanguardia a aquellos
atletas que saben que llegaran entre los primeros. Por otra parte, la única
ventaja que brinda largar más adelante, es que si llevás un ritmo más rápido
que la mayoría no necesitas pasarlos. El tiempo de carrera se comienza a contar cuando se activa
el chip al pasar por la largada, por más que el reloj oficial ya lleve tres minutos.
Cuando
faltan 20 segundos, la fila que custodia la largada se corre hacia un costado y
da pie a la competencia.
La
marea blanca no deja de pasar por largos minutos. Entre los corredores hay
muchos que no llevan número, ya que no están inscriptos en la carrera. Los
miembros del Club de Corredores, vestidos con chombas grises como de colegio
privado, tratan de sacarlos pero entre tantos atletas se les hace difícil
llegar a ellos.
Cuando
el reloj oficial marca los 4 minutos largan los atletas con discapacidades. Los
últimos en largar lo hacen a los diez minutos, tras lo cual los organizadores
cierran el corralito. Algunos deciden iniciar la carrera por el costado de la
largada, aunque saben que su tiempo no será registrado porque no activan su
chip. Otros regresan por el costado y se tiran al sol en el pasto.
Dos chicas de unos 25 años que con la remera
oficial se apoyan contra el vallado. "No corremos porque nos distrajimos tomando mate y llegamos tarde a la largada. Igual más que por
la carrera nos anotamos por la mochila que es muy linda", dice una entre risas y
me muestra, orgullosa como si se tratara de una medalla, una pequeña mochila
gris.
Pasados
los 10 minutos la largada se encuentra desolada. Solo se escucha Green Day por
los altoparlantes y la gente que estaba en la vallas se acomoda al sol. Los
gazebos de los grupos de corredores muestran un panorama similar: solo hay una
persona en cada uno cuidando las pertenencias que los corredores dejaron allí, tomando
mates solos o charlando con algún otro profe de una carpa cercana.
La llegada
Dentro
del corralito solo están los planilleros, los puestos de hidratación de
empresas del rubro. Más alejados de la llegada, el mismo grupo del
Club de Corredores con remeras rojas que estaba formado ante la largada, ahora
se acomoda en cinco filas de cuatro personas. Con idéntico orden militar,
sentados en banquetas a igual distancia unos de otros, tienen pinzas y canastos
para cortar los chips de los que van llegando y tirar en los cestos los
precintos con los que están sujetados.
Pero
la desolación dura poco tiempo: cuando el reloj marca 17:49 llega el primer
atleta de los 5km y a los 20:15 la primera mujer.
Cuando
los corredores pasan por la meta reaccionan de distintas formas: algunos
gritan, otros saltan, se persignan, besan el asfalto, se sacan selfies, se
abrazan con otros corredores o con familiares que se encuentran detrás de las
vallas. Pero hay algo que todos comparten y es la expresión que mezcla
felicidad y cansancio en sus rostros.
Los
organizadores llaman a unos músicos que aguardaban con sus bombos al costado de
la meta. Los hacen pasar por un costado y los ubican en el medio de la llegada,
dividiéndola en dos, por un lado pasan los corredores de los 5km y por el otro,
con la cinta de vencedor en las manos los del Club de Corredores, se preparaban
para el arribo del ganador.
El tiempo que le llevó al vasco Imanol Cruz fue de 49.19, para romper la cinta de triunfador. Tiene 33 años, es bilbaíno y reparte su tiempo como corredor entre España y
Argentina, donde lo hace representado a la ciudad de Salto, la cual lo auspicia
tanto en su remera como en su pantalón.
Veinte segundos atrás llegó el segundo con
la remera del grupo FC Max. Entre los diez primero atletas, la mitad pertenecen a FC Max,
grupo que entrena en los bosques de Palermo.
El
primero en llegar en la categoría especial, y ante una ovación, fue Martín
Sharples, corredor en silla de ruedas, con un tiempo de 54 minutos. En una hora
llegó José Luis Santero, atleta no vidente, quién corre atado de un brazo junto con su
guía. La primera mujer en finalizar los 15 km lo hizo en una hora y dos minutos.
Hasta
que el reloj marcó las dos horas transcurridas desde la largada, la llegada de
atletas fue incesante aunque cada vez más esporádica. En ese momento cerraron
el corralito, impidiendo a los que tardan más de ese tiempo pasar por la meta y
tener una marca oficial con el chip.
Los
altoparlantes dejan de pasar música y desde el escenario Carna invita a todos
los corredores a comenzar con la entrega de premios. Los atletas suben al
escenario a buscar su simbólico cheque gigante, por su tamaño y no por el
monto. El reglamento de la carrera expresa que “es obligatorio, subir al podio
con la remera oficial de la carrera”.
A
las 10:40, después de la premiación y el sorteo de prendas y zapatillas, Carna informa las próximas carreras organizadas por el Club de
Corredores y da por terminada la jornada. Los obreros ya desarmaron
completamente la estructura de la largada y solo quedan las vallas a un costado
de Figueroa Alcorta.
Para
las once de la mañana los bosques de Palermo vuelven a la normalidad, autos circulando a alta
velocidad que tapan el sonido de los pájaros, bicicletas y corredores en todas
direcciones, partidos de fútbol en cada espacio verde.
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