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La actriz del teatro off va por más. Con apenas 30 años, ya pisó grandes escenarios como el del Teatro Cervantes. Habla sobre el unipersonal que protagoniza, y de su experiencia de vida arriba y abajo del escenario. “Además de una profesión, es un espacio de militancia”, expresa sobre su trabajo.


Por Analía Maldonado

María Viau deslumbra cuando aparece en sus obras y despliega su pasión de manera visceral, en tanto artista de estilo expresionista. Lleva una larga trayectoria a su corta edad: “Elegir ser actriz no es tarea fácil, uno lidia con la frustración todo el tiempo, pero es una decisión de la que no me arrepiento”, dice.

Nominada a los premios ACE por el unipersonal “Te voy a matar, mamá” de Eduardo Rovner en la categoría Actuación femenina en obra para un solo personaje, repasa entre otros aspectos su proceso formativo. A su vez, considera el campo laboral como un lugar de disputa por el sentido, como lo hace con una obra donde se aborda el emergente de la trata de personas.

¿Qué representa para vos el teatro?

Para mí, es un estilo de vida, no es solamente una profesión o una actividad. Por supuesto que es mi profesión, mi vocación también, pero lo veo como un modo de vida. El teatro no solamente se hace en el escenario sino también abajo, con esto no quiero decir que uno va por la vida actuando, pero es mi espacio de militancia también. El teatro tiene un carácter político muy fuerte donde uno se sube a escena a decir algo, también, sirve como divertimento, pero es una bandera que uno levanta.

¿Y qué es lo que querés decir ahí arriba?

Uno no tiene un único discurso. Hace muchos años, vengo haciendo una obra que habla sobre la trata de personas, y si bien me sumo a la lucha y defiendo las causas de Marita Verón y Susana Trimarco, mi espacio de hacer ruido es arriba de un escenario. También, formo parte de una compañía estable donde tenemos como premisa abordar ciertas temáticas sociales con una calidad artística, uno de los últimos proyectos que hicimos fue La Herencia Maldita de Augusto Boal, dramaturgo brasileño, que hace una crítica muy fuerte al capitalismo, donde los valores tradicionales de la familia se pierden en esta sociedad capitalista con el fin de perseguir el único valor que hoy está en auge que es el dinero.

Entonces, nunca hay una única voz, nunca hay un solo decir. El teatro abre esa posibilidad de levantar voces.

Foto: Cristian Holzmann 

¿Con quiénes y dónde te formaste?

Estudié con Ana María Campoy, Patricia Palmer y Jorge Fisón. Después, me anoté en el Instituto Universitario Nacional de Artes Terminé en el IUNA, y empecé con Raúl Serrano, en la Escuela de Teatro de Buenos Aires. Después, hice distintos cursos de actuación frente a cámara, pero Serrano fue el que me atravesó. Uno tiene grandes docentes, pero pocos maestros; y Raúl ha sido un maestro dios que ha generado ese quiebre. Es un señor que transpira teatro. Raúl habla de la vida y está hablando del teatro, habla de la política y habla del teatro. Entonces, volviendo a la primera pregunta, uno comprende cuando una cosa es la profesión y la actividad, y otra cosa es cuando ya empieza a ser un estilo de vida.

¿Cómo sentís esa relación con el público?

Pasa de todo. En el unipersonal que estoy haciendo, algunos comentan: “¡Ay, pobre, nena!”, entonces pienso: “Ah, están acá conmigo”. O sentís que no les gusta, y, en el aplauso final, te das cuenta que los estaba tocando por otro lado. Con la comedia, en general, te das más cuenta porque con la risa lo sentís, en cambio en una obra dramática no van a llorar desconsoladamente.

Es una energía que percibís cuando el público está ahí, atento o cansado, en las salas chicas y las grandes, como el Cervantes, con 800 localidades.


¿Qué aportás al teatro y qué te aporta el teatro a vos?

Tiene que ver con esto que hablábamos de un estilo de vida, me aporta reflexión, otra mirada. Me gustaría darle  más voces y proyectos de carácter militante. En relación a esto, estamos construyendo con gente relacionada a distintas aristas del quehacer teatral, el Corredor de Teatro Latinoamericano, que es una plataforma de intercambio y colaboración teatral que se constituye a partir de redes (Realizadores, festivales y espacios, formación e investigación,  integración) y que tiene sus sedes en Argentina, Chile y próximamente en Colombia.

Surgió a partir de la reflexión de los circuitos teatrales y las nuevas necesidades que aparecen para todos aquellos que realizamos esta actividad y que nos interesa encontrar una identidad latinoamericana, no sólo en los puntos de contacto, sino también en sus diferencias.

Con el CLT gestionamos diversos eventos durante el año pasado en los dos países y para este año tenemos una agenda muy interesante a desarrollarse en toda la Argentina. Parte de nuestra premisa de trabajo tiene que ver con federalizar  la actividad. Nos encontramos organizando un Festival Internacional de Unipersonales en Salto, un Festival de Teatro de Integración e Inclusión en Pilar y La Plata así como una nueva edición del Encuentro Dramaturgia Internacional Estudiantil (EDIE) en CABA, actividades de formación en el N.O.A, y muchas otras en función de construir una red de intercambio con los teatristas latinoamericanos. 

¿Qué le dirías al teatro y a quienes te formaron?

Les agradecería infinitamente. He compartido escenarios con pares muy talentosos y sigo compartiendo espacios de muchísimo aprendizaje. Con los maestros que me han formado es un inmenso agradecimiento  y con quienes me siguen formando también. Creo que sí, que es un gracias.




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