En Bolivia, La Paz es la ciudad más importante del país a
pesar de que no sea su capital -a más de 3500 metros de altura-. Supone una
revalorización de nuestra propia respiración, y un recorrido por lo más
profundo de la América india.
El teleférico, construído con lo recaudado del Dákar
Por Marcelo Chapay
Aquí en las alturas, estrellas y nubes parecen muy cercanas, tanto que algún enamorado
tal vez, podría cumplir el sueño de bajarle un cuerpo celeste a su amada. O
incluso, contemplarlas e ir más allá: tocarlas.
La Paz, es una ciudad vecina al
cielo, ubicada sobre un altiplano más allá de los 3500 metros sobre el nivel
del mar. Ciudad de enormes contrastes, que se debate entre el tono amable y
casi monocorde de sus habitantes, y los colores furiosos que visten sus
edificios y vestimentas cotidianos.
Colosales picos la rodean, montañas
de blanco eterno, que superan largamente los 6000 metros. Una ciudad a la
altura de su historia, donde el visitante aprende a valorar su propia
respiración.
El olor penetrante a las frituras de
los puestos ambulantes de comida, se intensifica a medida que uno empieza a
trepar por las laderas en las que se asientan los barrios periféricos y más
humildes. En los rincones de esas calles pobres, agachadas sobre cartones, se observan
mujeres de edades indescifrables y que
venden figuras talladas en madera que alejan los malos espíritus, fetos de
llama, plantas curativas. Por monedas, regateo
mediante, se cierra la transacción.
Congreso Boliviano
Existe la costumbre, arraigada por
cierto, en cuanto a que, cada vez que se inicia la construcción de una casa, en
sus cimientos, se coloca el feto de una llama, ritual que genera buena vibra.
El eje principal de La Paz, tanto en
el tránsito, como en la vida social y comercial, es el paseo El Prado. En sus lados
construyeron en las últimas décadas los más importantes edificios paceños,
entre ellos el rascacielos de La Alameda, que con 105 metros es uno de los más
altos de toda Bolivia. Caracterizado por una enorme densidad de cafés y
restaurantes, El Prado es flanqueado por la Avenida 16 de Julio y la Avenida
del Estudiante.
Ciudad de
contrastes
El turista demora en comprender la
vitalidad de una ciudad que, como en cualquier capital de estas latitudes, el
tránsito es un caos. En esa geografía, el argentino no extraña, ni los cortes
de calle y mucho menos las manifestaciones.
Pueblo de profundas tradiciones
religiosas, al tránsito puede sufrir la interrupción por una manifestación en
tributo a alguna de las vírgenes que veneran, con sus trajes típicos y la
orquesta respectiva, donde sobresalen los vientos.
Las cholas, motores del trabajo cotidiano
Los movimientos, lentos, medidos, son
obligados para conservar la energía, y lo determinan la altitud. El propósito:
evitar que te atrape el sorojchi o mal de altura, que se transforma en tu
compañera para quienes venimos del llano. Sentís un hormigueo en la nuca,
flojedad y la cabeza como si fuera el redoblante de cualquier comparsa.
Durante el día, usás pantallas solar,
con temperaturas superiores a los 25 grados y, a la noche, utilizás abrigo
grueso. Cuentan los paceños, que la ciudad explotó en un boom inmobiliario en
los últimos años, con valores superiores a los de Buenos Aires. En sus calles
conviven los vendedores ambulantes y las cholas con el típico bombín inglés, y
es habitual observarlas trabajar en las obras en construcción, a la par de los
hombres.
Monumento al Che en entrada de la ciudad
El salario mínimo es de 226 dólares
en tanto que, un alquiler, exige una erogación de 200 billetes estadounidenses
y el servicio de agua potable, estatal, cuesta 100 dólares. El transporte
público está representados por vetustas unidades Ford de los setenta.
La Paz, un lugar con altura, que se
transformó en una vecina del cielo, sus nubes y estrellas.
Estadio de fútbol Hernando Siles
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